jueves, 28 de enero de 2010

CAÑONES Y HALLAZGOS EN EL CENTRO HISTORICO DE SANTA MARTA (COLOMBIA)

Por Álvaro Ospino Valiente

El hallazgo de dos cañones en las excavaciones que se adelantan para las obras de recuperación de los espacios públicos del Centro Histórico de Santa Marta, se ha catalogado como un hecho “asombroso”. Lo que si genera sorpresa, es la poca información que manejan los encargados de estos trabajos y el exceso de especulación con que se ha manejado la noticia. Se llegó a una falaz conclusión que podrían pertenecer a piratas, fijaron fechas de combates del conflicto anglo-hispano en verdaderos periodos de tregua y llegaron hasta asociarlos a los combates en el periodo republicano. Pero lo más sorprendente de estos “bichos raros”, es que los dejaron en manos de antropólogos de la capital del país para que determinen su época.

Es elemental concluir que el Centro Histórico más viejo del país, guarda en sus entrañas muchos testimonios que revelan páginas de su pasado, debemos considerar que estamos sobre una extensa zona arqueológica. Recordemos que en 1946, cuando se adelantaban las obras de alcantarillado se encontraron además de cañones, una vasija de cerámica gris lisa en forma de un caimán enroscado. Santa Marta fue la ciudad que más expuesta estuvo a las retaliaciones de los enemigos de la Corona española y que mantuvo un desincronizado sistema defensivo por más de 250 años. Sólo finalizando el siglo XVIII pudo establecer un triangulo defensivo en momentos de una inusitada resurrección urbana y arquitectónica, propiciada por las reformas borbónicas de los monarcas Carlos III y Carlos IV. No es extraño el hallazgo de estos cañones, porque estudiar la historia militar de la ciudad de época española, es estudiar en realidad su historia. En el paisaje urbano de la ciudad estaban los cañones y también sus operarios, los soldados realizando sus ejercicios en la plaza de Mayor o de Armas, haciendo turnos como vigías, apostados en las arruinadas fortificaciones de San Juan de las Matas y de San Vicente que inútilmente defendían la playa.

Estas armas estaban reglamentadas por las ordenanzas emanadas por el rey y desde tiempos de Carlos I existían más de 50 modelos de piezas distintas, que para poner evitar confusión, ordenó en 1540 que no se fundiesen en sus dilatados dominios más que ocho modelos de piezas. El primero de estos cañones fue hallado en el área oeste de la plaza Mayor (mal llamado parque de Bolívar) donde por mucho tiempo estuvo la Aduana de Sales y el segundo en la esquina de la calle de Acequia con el callejón de la Catedral. El primero está cubierto de sedimentos donde son visibles los muñones para apoyarlo en la cureña, que dificultan su lectura y determinar su época. Pero por lo observado creemos que este cañón debe pertenecer a la tercera época de la artillería, llamada también de la Artillería de la Ordenanza, que abarca el siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Eran piezas de bronce o hierro, lisas y de avancarga (cargada por la boca del cañón).

En Santa Marta como en todo el Caribe, se utilizaron cañones de las Ordenanzas de 1718, 1728, 1743 y 1783, que tenían un calibre entre 36, 24, 18, 12, 8 y 4 libras (el calibre de las piezas se definía en libras de peso de la bala maciza de hierro que era el peso de la bala que podía disparar cada categoría de cañón y no en medida de unidad lineal del diámetro del ánima). Estos cañones quedaron en la obsolescencia al finalizar la contienda entre España e Inglaterra a finales del siglo XVIII, algunos expuestos “hace más de un siglo al áspero viento del mar, se desmoronan en planchas herrumbrosas; el océano ha formado grutas,” como lo revela el viajero francés Elisee Reclus en 1855 y su compatriota el explorador Pierre D´Espagnat que de paso por la ciudad en 1898, observó detenidamente dos cañones, referenciando la inundación del río Manzanares de 1894…

Y su especial melancolía apenas analizada, se aumenta con las ruinas acumuladas por el ciclón de hace cuatro años, estragos que desde luego nadie pensó reparar, inmensos cuadriláteros desiertos, saharas ardientes y rectangulares, que el viento barre levantando torbellinos de polvo yesoso; se aumenta con la vista de unos viejos cañones españoles o franceses, hundidos por la boca en las esquinas de las calles, que llevan inscripciones en relieve: Le Gran Robert 1669, La Jaqueline 1703; se aumenta con ese no se sabe qué, que deja tras sí la historia cuando fue demasiado legendaria y grandiosa para que vuelva jamás a repetirse...

Es cierto, en la segunda mitad del siglo XIX era común observar cañones enterrados en las esquinas de las manzanas, tal como lo revelan las fotografías de finales del siglo XIX y principio del XX. Una de las imágenes más viejas de la ciudad, una acuarela de la Catedral realizada en 1844 por Edgard Mark, vicecónsul de Inglaterra en Santa Marta, muestra un cañón en la esquina de la casa de la familia Granados (volada durante los combates de 1860) donde hoy tiene su sede el Concejo Distrital. De acuerdo a una información registrada por la Gaceta Mercantil en 1849, su colocación en estas esquinas obedecía a la necesidad de proteger a las personas e inmuebles de los carruajes o coches de tracción animal, a manera de “guardacantones”. En su época no representaba ningún valor cultural o histórico, era parte de la cotidianidad y del paisaje urbano de Santa Marta. Hasta hace algunas décadas era común ver como las puertas de las casas se aseguraban con una pesada bala de cañón para mantenerlas abiertas. Así transcurrieron los años y estos cañones se derruyeron bajo el sol, brisa y lluvia. En la cuarta década del siglo pasado se dio inicio a las obras de acueducto, alcantarillado y pavimentación de las calles de la ciudad vieja, es probable que en su momento fuera más fácil enterrarlos que quitar estos “checheres viejos”, teniendo en cuenta su nulo valor y su considerable peso. Es por eso, que muchos de ellos yacen enterrados en las esquinas a pocos centímetros de profundidad.

También causó sorpresa el encuentro de restos de huesos de reses, fragmentos cerámicos y restos de otros materiales en las obras de la plaza Mayor. Es lógico pensar que si excavamos en el sitio donde estuvo el viejo cuartel hasta 1954, vamos a encontrar testimonios de su vida cotidiana. El Cuartel de Infantería Fija Veterana fue construido en 1791 por el director de las reales obras Antonio Marchante por orden del virrey José de Ezpeleta (1789-1797), que le encargó terminar las obras de la Catedral y le encomendó la edificación de cuarteles para las compañías de infantería. Hoy, estos bienes muebles representan un alto significado simbólico para la historia de la ciudad, el lugar indicado para su ubicación es el sitio donde lo encontraron, montado sobre una cureña (carricoche de madera donde se ubicaba el cañón) y con una completa información histórica. Es probable que muchos testigos del pasado se hayan destruidos por la falta de rigor arqueológico en el procedimiento de las excavaciones, más cuando los encargados de los trabajo son gente de afuera que no tienen un mínimo grado de sensibilidad o arraigo con la ciudad, además de la carencia en el equipo del proyecto de profesionales idóneos en el tema.

Los cañones llevaban siempre el complicado escudo de armas reales y el nombre del Monarca (D), delfines (E), muñones para fijarlo a la cureña (F), el escudo del Gran Maestre ó Capitán General de la Artillería y su nombre (G). Además, el nombre del cañón, porque cada uno tenía el suyo propio, que eran casi siempre nombres retumbantes o amenazadores, como El Rayo, El Matador, El Destruidor, El Dragón, ó mitológicos, como Hércules, Acetábulo, y también religiosos, como Nuestra Señora de Guadalupe ó San Bartolomé. Estos adornos desaparecen con la Ordenanza de 1743.

El primer cañón se halló en el costado oeste de la plaza Mayor, donde estuvo la Aduana de Sales y punto terminal de una de las ramificaciones del ferrocarril, que en la primera mitad del siglo XX llegaban a la bodegas de la United Fruit Company. Para determinar su época se hace necesaria una minuciosa limpieza de la pieza y protegerla con las recomendaciones técnicas y químicas de los especialistas.

Muchas fotografías de la vieja Santa Marta, revelan los cañones que se hincaron en las esquinas a manera de guardacantones para proteger a las personas de los carruajes. Los cañones hicieron parte del paisaje urbano de nuestra ciudad.

MARCO HISTÓRICO DE LA ARQUITECTURA EN SANTA MARTA

Por: Alvaro Ospino Valiente

ARQUITECTURA INDÍGENA (650-1600)
ARQUITECTURA ÉPOCA COLONIAL (1525-1910)
ARQUITECTURA ÉPOCA REPUBLICANA (1835 – 1940)
ART DECO (1940 – 1960)
ARQUITECTURA MODERNA (1960 - ….)

ARQUITECTURA INDÍGENA
Sierra Nevada de Santa Marta; Los Tayronas
Desarrollaron una forma peculiar de asentamiento:
Una red de terrazas, a veces concentradas, conectadas por caminos de piedra y puentes, que permitió el dominio de un extenso territorio que cubría varias alturas y climas.

El relieve abrupto de agudas pendientes, los cauces rápidos, caudalosos y cortos y el clima que se caracteriza por su alta pluviosidad fueron circunstancias que los antiguos habitantes supieron sortear por medio de la adecuada explotación de los recursos de subterritorio.

Expandieron sus áreas de habitación y de cultivo al modificar la topografía con diversas obras de arquitectura lítica que expresan una relación respetuosa con el entorno.

La cultura apropió los elementos naturales: El relieve, la piedra y el agua para dar respuestas constructivas que revierten al paisaje transformándolo de una manera orgánica.

La organización de todo un sistema de asentamientos que fueron descritos como ciudades por los cronistas del siglo XVI: Así se nos cuenta sobre Taironaca, una de las principales capitales: "Ciudad Pajiza, pero bien fundada, escombrada por parte del oriente, es una de las plazas enlosada, de lajas grandes puestas igualmente, y su hechura va triangulada, por cada parte cien pasos de frente y en las tres puntas tres grandes caneyes, moradas y aposentos de sus reyes". (Castellanos, 1955).


ARQUITECTURA COLONIAL
Las características, formales y funcionales de las mismas, nacen (al igual que la mayoría de la arquitectura colonial) de la fusión entre la obvia impronta arquitectónica traída por los colonizadores y el nuevo contextualismo encontrado en la región, que, con la mano de obra, los materiales, las técnicas y artistas locales crean una arquitectura con tradiciones e identidad propia.

Características:
INTERIORES

Arcadas
Pilastras
Balaustres

EXTERIORES
Balcones
Cornisas
Portadas
Zócalos
Ocúlos
Balaustres

CIRCULACIONES
Escalera en caracol
Escalera recta o de dos tramos

La portada: símbolo de entrar y salir, fue el elemento central de la arquitectura colonial. Allí se expresa la destinación del edificio, su importancia social su impacto cultural.

Arquitectura religiosa
Templos doctrineros y capillas
Iglesias conventuales
Catedrales
Conventos
Seminarios

Arquitectura militar:
Casas fuerte
Fuertes
Baterías

Arquitectura Civil
Fabricas de Aguardiente
Ayuntamientos
Casas de Moneda

Arquitectura Funeraria
Cementerios

Arquitectura Doméstica
Viviendas

Espacio Público:
Plazas
Calles estrecha



ARQUITECTURA REPUBLICANA
Período comprendido entre 1835-1940.
Definición:
Este término es una convención práctica, adopta para designar un fenómeno arquitectónico que reemplazo las técnicas y conceptos de la construcción colonial por nociones plásticas de origen distinto al netamente hispánico.

La arquitectura republicana es la manifestación plástica de un período muy importante de nuestra nacionalidad. Ella representa los ideales sociales y políticos de nuestro país en el momento de su formación. Es un patrimonio tan valioso como la arquitectura del período colonial. Protegerla y conservarla es preservar las bases de nuestra identidad cultural.

La republicana es una arquitectura ecléctica que tuvo influencias francesas, italianas y anglosajonas. Algunos autores prefieren llamarla arquitectura del período republicano.
Los presidentes que mayor impulso dieron a las obras públicas durante el período republicano fueron: Tomás Cipriano de Mosquera (1845- 1849), Manuel Murillo Toro (1864-1866, 1872-1874); Rafael Núñez (1880-1882, 1884-1886) y Rafael Reyes (1904-1909).

§ El siglo XIX se caracteriza por la creación de la republica
§ Nacen los partidos políticos, la Constitución y las Leyes.
§ Patrones formales europeos.
§ Década de los 10 y 20, pero su germinación se dilata hacia atrás
§ El cemento cambia las técnicas constructivas
§ La luz eléctrica posibilita la vida nocturna
§ El fonógrafo posibilita nuevas formas de diversión
§ El ferrocarril promete romper el ancestral aislamiento de las regiones
§ Los acueductos y alcantarillado mejoran la salud

RAICES DEL ESTILO REPUBLICANO
El estilo republicano se inspiró en el neoclasicismo, movimiento que se produjo en Europa en el siglo XVIII ante los cánones ya agotados del clasicismo, al producirse el desgaste de las culturas barrocas, que aspiraba restaurar el gusto y las normas del clasicismo. En la época neoclásica, el color pasa a un segundo plano y adquiere mucha importancia el dibujo; es decir, el trazo puro, y el color es aplicado sólo como complemento. Este arte trató de imitar los estilos utilizados antiguamente en Grecia y Roma, por la influencia de los descubrimientos arqueológicos como los de Pompeya y Herculano. En pintura David fue el máximo exponente del neoclasicismo francés, que contó con pintores como Gross, Gèrard, Prud´hon e Ingres, aunque en algunos de ellos ya apuntaba el germen del Romanticismo, movimiento estético que habría de suceder al neoclasicismo.

LOS ORDENES CLASICOS EN LA ARQUITECTURA REPUBLICANA

a) Orden Dórico:
Se caracteriza por su simplicidad. Las columnas son sin basa, arrancan del piso (estilobato), el fuste es acanalado (con estrías), a arista viva. Va en disminución de diámetro hacia arriba. Hacia el medio del fuste tiene un pequeño ensanchamiento llamado éntasis.

b) Orden Jónico:
Tiene basa, compuesta por dos toros (convexa) y una escocia (cóncava). Esta es la basa ática. El fuste es mucho más esbelto, con diámetro mucho menor, estriado, pero las aristas están biseladas. Se pasa al capitel con un pequeño collarino. El capitel tiene forma de cuernos de carnero, llamada voluta, compuesta por ovas y perlas.

c) Orden Corintio:
Tuvo un gran desarrollo en Corinto y comarca. Tiene basa y el fuste es todavía más esbelto que en el caso anterior. El capitel tiene pequeñas volutas, y entre ellas presenta hojas de acanto.

El Capitolio Nacional, 1847-1926, obra del arquitecto Thomas Reed. El Capitolio constituye la materialización del sueño arquitectónico más simbólico de la Colombia decimonónica. El edificio representaba la democracia, la patria, la nación colombiana.

CARACTERÍSTICAS GENERALES
Inspiración en las obras de la época clásica, que se tienen por perfectas y definitivas.

Aspiración a una belleza ideal, nacida de la exacta relación de las partes, según medidas dadas por la razón.

En las artes plásticas: dibujo impecable, contornos cerrados, volúmenes modelados de modo que da la ilusión de redondez de los cuerpos; colorido suave y composición simétrica y estática.

Características:
Se caracterizó por la simetría, la elegancia y la sobriedad, el empleo de un solo orden (dórico, jónico o corintio, en lugar de la superposición barroca); además del énfasis sobre los valores lumínicos, la división tripartita de la fachada con tímpano central, la eliminación del color, el gusto por los arcos de triunfo y las columnas conmemorativas.

Otros:
Pilastras
Áticos
Almohadillado
Decoración en yeso
Marcación de la esquina
Filigrana de hierro
Diferentes tipos de arcos


TIPOS DE ARCOS DEL PERIODO REPUBLICANO

Arco de medio punto.
Elementos principales de un arco de medio punto.
Otra versión de los elementos de un arco.
Rosca o despiece del arco.
Arco rebajado (escarzano)
Arco rebajado (carpanel)
Arco peraltado.
Arco parabólico.
Arco Triangular
Arco de medio punto
Arco rebajado
Arco rampante
Arco apuntado
Arco de extremos equiláteros
Arco adintelado
Arco trilobulado
Arco de herradura
Arco de tres centros
Arco elíptico
Arco en cortina
Arco en gola
Arco Tudor
Arco en catenaria

BREVES ANOTACIONES SOBRE LA CIUDAD DE SANTA MARTA (COLOMBIA)

Por: Alvaro Ospino Valiente


SANTA MARTA
Ciudad situada a orilla de una de las bahías más hermosas de la costa norte de la República de Colombia. Está enclavada al pie de la montaña litoral más alta del mundo. Es la ciudad más antigua fundada sobre el territorio colombiano, tuvo un papel importante durante los primeros años de la conquista española como sitio de intercomunicación entre la península ibérica y el “Nuevo Mundo”.

El agotamiento de los metales preciosos, la hostilidad de los indígenas y los continuos ataques de piratas, impidieron su desarrollo urbano y económico durante la dominación española. A estos factores se sumó su proximidad a la ciudad de Cartagena que la perjudicaba considerablemente.

Durante los siglos XVI y XVII cuando los Habsburgo de la Casa de Austria estaban en el trono español, se mantuvo a la deriva y por fuera de sus prioridades. En esta época permaneció indefensa, aislada, sumida en la pobreza y rodeada de los más belicosos indígenas como los Chimilas. Estos factores determinaron su dramática evolución histórica que en diversos momentos comprometieron su existencia, pero la tenacidad de los samarios con su terca persistencia de volver a empezar, la sacaba de las cenizas después del horror de un asalto de los enemigos de España en especial de la piratería francesa e inglesa.

El siglo XVIII abrió con el ascenso al trono español de los Borbón de extirpe francesa, cambiando su destino. La segunda mitad de este siglo representó un significativo avance urbano y arquitectónico traducido en las obras militares y religiosas, alternada con medidas económicas que pretendieron sacarla del considerable atraso urbano, social y económico respecto a otras ciudades.

La reivindicación de la monarquía española con la atención administrativa es interrumpida por las ideas libertarias. Los desastres naturales como el “terremoto de 1834”, las revoluciones políticas y la apertura de la aduana de Barranquilla, volvieron a estrellarla con su dura realidad histórica.

La construcción del ferrocarril y su utilización en el negocio del banano le depararon sus mejores años iniciando el siglo XX. Las comodidades y tecnologías importadas por los norteamericanos irrumpieron en la cotidianidad samaria, efímera ilusión acabada por los conflictos sindicales. El turismo renace como una actividad redentora donde aún hoy están sentadas sus esperanzas.


SANTA MARTA SIGLO XVI
Valoración Geográfica de la Bahía de Santa Marta: El Sitio Promisorio

Los primeros navegantes españoles valoraron las magnificas condiciones geográficas de la bahía de Santa Marta, por su canal natural navegable propicio para embarcaciones de gran calado, protegido de los vientos del Norte gracias por a la formación rocosa que forman las llamadas abras de Santa Ana. Estas condiciones naturales fueron determinantes para el establecimiento del asentamiento urbano fundado por Rodrigo de Bastidas, complementado por la extensa playa donde se mecen las aguas tranquilas del mar Caribe. Este paraíso natural recibía las cristalinas aguas del río Manzanares, bautizado por Pedro de Heredia añorando su tierra Madrileña, lugar ideal para hacer rada y sofocar las sedientas tripulaciones después de los tres meses de peligrosa travesía oceánica.

Génesis de una Fundación: Un Futuro Improductivo
Aunque existe una polémica referente a la fecha de fundación de la ciudad, la fecha del 29 de julio de 1525 es la tradicional. El nombre de la ciudad proviene de Santa Marta de Betania cuya festividad se celebraba ese día.

Después de su fundación Santa Marta sirvió como cabeza de puente para la conquista de los territorios internos. Promediando este siglo su situación fue angustiosa y conflictiva.

Santa Marta era un sitio de transito por donde entraban hombres con ambición de riqueza, calamidades, envidias, intrigas, enfermedades etc., que se arraigaron en el momento que la convirtieron en “plaza de armas” de la monarquía española.

Durante los primeros años el mayor problema junto a la resistencia indígena fue el hambre, debido al hacinamiento cuando coincidían en la ciudad varias “compañías”. La mayor parte de estas empresas las conformaban hombres reclutados a la fuerza en las levas, sacados de burdeles, casas de juego, cárceles, vagos, etc. Provenientes de las regiones de Castilla, Andalucía y Extremadura.

Santa Marta Signada por la Flecha y el Mosquete: Poblar o Despoblar, Difícil Dilema Promediando este siglo los metales y la pesca de perlas comienzan a escasear y de este modo las naves provenientes de España no tocaban fondo en el puerto samario, pasaban de largo hacia otros puertos como Nombre de Dios, Veracruz, Portobello y Cartagena.

La situación de Santa Marta era problemática en la segunda mitad de este siglo, se hallaba sitiada por dos enemigos. Por el Este, los Bondas hostigaban frecuentemente con incendiar la ciudad. Por el Oeste piratas ingleses y franceses inician su retaliaciones al quedar por fuera del monopolio geoeconómico de los territorios recién descubiertos. Santa Marta es saqueada e incendiada frecuentemente, que no dejaban crecer el vecindario.

Desde la primera mitad del silo XVI, Santa Marta sufre los consecutivos ataques de los enemigos de España que saquean y queman la ciudad en reiteradas ocasiones; primero los franceses con Señor de Roberval (1543), Pierre Braques (1544), Jaques de Sores (1555) y Martín Cote (1560). Luego los ingleses John Hawkins (1565), Francis Drake (1585) y el portugués Cristóbal Cordello (1597); más otros ladrones de mar cuyos nombres no registra la historia.

Una férrea resistencia de los indígenas Bondas y Chimilas con emboscadas en los caminos impedían la búsqueda de alimentos, afectando su evolución urbana y las incursiones para explorar el territorio. La Corona española se enfrentó a la disyuntiva de poblar o desplobar la ciudad que al pasar el tiempo nunca pudo resolver.

El Incipiente Asentamiento Urbano: La Primera Plaza de Armas Española
En principio, Santa Marta se levantó con casas construidas con materiales que proporcionaba el medio natural, estacadas de troncos de árboles cubiertas con palma, que se constituyeron en su punto débil por ser fácil presa del fuego, como el incendio fortuito de 1531.

Los hechos más significativos durante la consolidación de Santa Marta como ciudad, fueron en primer lugar el militar por ser base de las operaciones de conquista. Y religioso con el establecimiento de las compañías dominicas y franciscanas en su campaña de evangelización con la erección de improvisadas iglesias y conventos.

La plaza mayor es el núcleo del trazado de Santa Marta y se convirtió a través de los años en un espacio de alto grado de significación práctica y simbólica.

La utilización del ladrillo y la teja se inicia hacia 1580, no impidiendo estos novedosos materiales la destrucción de la ciudad como el ataque del inglés Francis Drake en 1585.

Las primeras fortificaciones como la Torre fuerte de Bonda y la Casa del gobernador García de Lerma, fueron construidas con estilos de la región de Castilla (España), aplicando los nuevos conceptos tácticos-técnicos generados por la vinculación de la pólvora a la guerra.

La delicada situación por los ataques de piratas e indígenas mantuvo a Santa Marta en una constante de reconstrucción parcial o total. Frecuentemente la ciudad se resarcía de sus cenizas, impotente ante un enemigo superior.


SANTA MARTA SIGLO XVII
Santa Marta en la Geopolítica Imperial Española: Inicio de un Frustrado Desarrollo

Durante este siglo, Santa Marta permaneció aislada del contexto geopolítico imperial español, complicada con la presión externa ejercida por piratas y corsarios de naciones enemigas como Inglaterra, Francia y Holanda. El puerto samario queda excluido de la ruta comercial determinada por la Corona española y con ello, toda posibilidad de desarrollo.

Las rebeliones indígenas no contribuían a su desarrollo económico que pudiera basarse en la agricultura, actividad propicia por la fertilidad de sus tierras y los grandes bosques cuya madera era ideal para construir grandes embarcaciones, que motivara el emplazamiento de un astillero en su puerto.

Su situación era grave había poco contacto con la península ibérica porque la búsqueda aurífera había concluido, hacia el interior de la provincia quedaban reductos Chimilas que se resistían al sometimiento.

Durante este siglo los samarios se enfrentaron con una desventajosa defensa ante un enemigo superior militar y en su logística. Fue ataca por el holandés Adrián Juan Patter (1630); los ingleses Willian Goodson (1655), Edward Doyley y Cristóbal Myngs (1658); los franceses Francisco Coz (1677), Jean D´Estrés (1680) y el holandés Petri Daniel (1693), más otros asaltos de piratas y corsarios de nacionalidades desconocidas.

Santa Marta Después de Godsoon: Miedo y Desplazamiento
La ciudad sufre un retroceso después del ataque del inglés Goodson (1655), entra en un proceso de despoblamiento en medio del pánico escénico. Las familias que podían generar economía emigran a otras ciudades como Maracaibo, Mompós, Santa fe de Bogotá, Cartagena, Honda, etc.
En la medida que Cartagena crecía, Santa Marta decrecía. La construcción de las fortificaciones en Cartagena y el Canal del Dique que la comunicaba fácilmente con el interior del país a través del río Magdalena, fue la estocada final para Santa Marta. La actividad comercial se revolucionó en Cartagena radicando los intereses de España en aquella ciudad en detrimento de las aspiraciones samarias.

La Indefensión de su Puerto y su Pobreza Económica: Reflejo de su Imagen Urbana

Los continuos ataques y el estado de indefensión de la ciudad originaron su estancamiento urbano. La pobreza económica se vio reflejada en su arquitectura y en sus escasas iniciativas de desarrollo urbano.
Las pocas casas reconstruidas frecuentemente, repitieron el mismo patrón utilizado en el siglo anterior. Edificaciones de mala factura de una planta de mampostería con cubierta de teja o levantadas con barro y bahareque con cubierta de palma, diseminadas en escuetas manzanas rodeadas de solares.

En el perfil de la ciudad solo se destacaba por su altura y tipología los edificios religiosos como la iglesia Mayor construida por el obispo Sebastián de Ocando y la iglesia de San Francisco.

Disminución de la Piratería: Punto de Partida para la Consolidación de su Morfología Urbana

Durante este siglo se inicia el proceso de protección del puerto con la construcción de los fuertes de San Juan (1602), San Vicente (1644) y Betín (1663) de una manera desincronizada. En la segunda mitad de este siglo se inicia el desfile de ingenieros militares con Francisco Ficardo (1667), cuya misión era diagnosticar el estado de la ciudad e informar a la monarquía las alternativas de fortificar el puerto, que se prolongaría hasta las postrimerías del siglo XVIII.

A finales de este siglo hay un significativo interés por parte de la monarquía española por la seguridad de la ciudad, se aumenta la guarnición y reparan las defensas. Esto contribuye al retorno de la tranquilidad y confianza en su población, como también a consolidar en definitiva el tejido urbano de la ciudad al no registrarse más destrucciones e incendios.

La Compleja Cotidianidad de Santa Marta: El Temeroso Vecindario Mirando hacia el Mar
A mediados del siglo XVII y en prevención de las naves enemigas que navegaban por las aguas del mar Caribe azotando el litoral, las autoridades apostaban un centinela en la Torre del Veladero que estaba ubicado en la parte más alta de la Abras de Santa Ana, para alarmar a la población en el evento de avistar una de estas embarcaciones, utilizaban un caracol grande que llaman Fotuto como instrumento de viento y poniendo una banderilla inclinada a la bahía, señalaban a los vecinos el peligro de ingreso. La alarma era aterradora, los hombres se preparaban en armas, mientras las mujeres despavoridas corrían cargando sus hijos hacia el monte.

Además de este curioso sistema los veladores de Betín utilizaban humadas quemando cardón para anunciar la presencia de naves inglesas, francesas y holandesas, era la señal para que el gobernador, los pocos soldados y parte del vecindario para una defensa inútil por las precarias condiciones bélicas en las arruinadas fortalezas de San Juan de las Matas y San Vicente.


SANTA MARTA SIGLO XVIII
Las Reformas Borbónicas: Un Breve Giro a su Designio
Santa Marta inicia esta centuria en un completo atraso económico y urbano, la piratería disminuye con el ascenso de los Borbón al trono español, Francia ahora es una aliada. Las políticas internacionales contribuyen a períodos de tranquilidad, aunque Inglaterra queda como su máxima enemiga; este siglo representa el máximo desafío por derrumbar el imperio español de sus territorios de ultramar.

Había incomunicación entre las poblaciones de la provincia convulsionada por los Chimilas, que impedían la circulación de frutos y personas en doble vía.

La falta de personal para fomentar la agricultura y dinamizar el comercio, solo el contrabando de géneros extranjeros a cambio de palo del Brasil estimulaba la actividad económica.

La Guerra Anglo-Hispana: Alternativa para un Posible Desarrollo
Santa Marta aspiraba a convertirse en plaza activa de guerra para acceder a las inversiones básicas para su desarrollo y reactivar la actividad portuaria. Fue negada una propuesta de fortificar la ciudad de su gobernador Gregorio de Rosales Troncoso en 1761, para impedir que cayera en manos de los ingleses y pusiera en peligro la seguridad de Cartagena en aquellos tiempos “Llave del Reino” y estandarte orgulloso del poderío español ante el fracaso del inglés Edward Vernon en 1741. El ingeniero militar Antonio de Arévalo truncó sus aspiraciones al dictaminar que “.....se evidencia que ni la razón de puerto, ni la situación del comercio obligan a que Santa Marta sea plaza de guerra, no debe protegerse por no responder a los gastos que origina”.

La ciudad no tenía actividad comercial que contrastaba con las posibilidades de desarrollo económico y portuario, debatiéndose entre la corrupción y el comercio ilícito.

A mediados de la segunda mitad del siglo, se revaloriza su potencial natural con alternativas en función de su economía, la bahía es resguardada por fortalezas aparentemente respetables para este propósito. Desafortunadamente los futuros acontecimientos políticos internos dieron al traste con esa ilusión.

La Recuperación de Santa Marta Durante los Reinados de Carlos III y Carlos IV:
Efímero Apogeo

A principios de este siglo la ciudad comienza a consolidarse urbanisticamente, desde la plaza de armas se desprenden calles y callejones que nombran de acuerdo a un hito.

La pobreza arquitectónica, reflejo de su pobreza económica, persiste con inmuebles de un piso de mala calidad constructiva de ladrillo, barro y teja.

En la segunda mitad de este siglo, la ciudad vive un cambio cuando la monarquía española vuelve sus ojos hacia ella, los monarcas Carlos III y Carlos IV contribuyeron a un efímero desarrollo urbano basado en la política tributaria y representado en obras religiosas como la Catedral, el Real Seminario Conciliar y el cementerio; además obras defensivas como los refuerzos de los fuertes de San Fernando, San Antonio e isla del Morro, lo mismo que la construcción del Cuartel de Infantería Fija Veterana.

Las Fiestas Reales y Religiosas: Un Escape en Medio de las Dificultades
Las festividades religiosas eran una devoción en el pueblo samario, a su vez se constituían en una entretención: Corpus Christi, Santa Ana, Santa Marta y la Inmaculada Concepción.

La monarquía española ordenaba por medio de cédula real los festejos en todas las colonias americanas, algún acontecimiento al seno de la familia real como: el nacimiento de un heredero, el cumpleaños del monarca, el matrimonio de un miembro de la realeza o la victoria de los ejércitos españoles en Flandes era motivo par el regocijo, gozando el pueblo con toros y comedias en la plaza Mayor.

Para estas ocasiones se ordenaba iluminar la ciudad, se recogía los cardones secos tan abundantes en los cerros circundantes, cuyo corazón es flexible y arde como una antorcha; igualmente se extraía la medula de la semilla del corozo para sacar aceite que servía para alumbrarse.

SANTA MARTA SIGLO XIX
Santa Marta en la Transición de la Monarquía a la República: Irónico Papel


La lucha contra el comercio ilícito, el orden fiscal y los lineamientos económicos impuestos por los Borbón en el siglo anterior permitieron un breve progreso de la ciudad, interrumpido bruscamente por las primeras manifestaciones libertarias. Santa Marta asume su rol de ciudad realista a pesar de la histórica indiferencia de la monarquía, aunque gozaba de su reivindicación en esos momentos.

Con el boicoteo español al puerto patriota de Cartagena, Santa Marta adquiere un corto apogeo portuario. A principios de siglo se constituye en la escala del contrabando en la ruta clandestina entre las Antillas y las provincias internas del territorio colombiano.

Expulsadas las últimas autoridades españolas esta nueva nación se abre al mundo europeo en especial a Inglaterra, comienzan los contactos diplomáticos y las ciudades ubicadas en el litoral como Santa Marta, se convierten en el puente de los nuevos mercados.

La navegación y el contacto europeo
Buques, bergantines y goletas provenientes de Kingston (Jamaica), Nueva York (EEUU), Havre y Liverpool (Inglaterra), llegan al puerto samario repletos de variadas mercancías, licores y porcelanas; a su regreso cargaban sal, cueros, frutas etc.

La Sub-utilización del Puerto y la Abolición de la Esclavitud: Fuerte Depresión Económica
La abolición de la esclavitud en 1851, afectó la producción agrícola en especial los extensos cafetales de Minca y los cañaduzales de la Florida de San Pedro Alejandrino por no haber brazos para recoger los frutos, ambas propiedades de Joaquín de Mier.

Promediando el siglo declararon puerto libre a Sabanilla (Atlántico) afectando el movimiento portuario en Santa Marta, agravado con la construcción de la Aduana de Barranquilla que la condujo rumbo a una fuerte depresión económica. Santa Marta vive el fenómeno de migración de varias familias de comerciantes samarios hacia Barranquilla como los Abello, Vengoechea, Noguera, González, De Mier, Obregón, Salcedo, Dávila, DíazGranados, etc.

El terremoto de 1834, la depresión económica y las revoluciones políticas, cerraban el angustioso círculo de la economía de la ciudad. No había fomento agrícola, ni industria pecuniarias, ni fabriles. Los pocos samarios que tenían un empleo trabajaban en las oficinas del Estado; otros pescando, cortando leña o en oficios artesanales.

Los samarios ven en la construcción del ferrocarril su panacea, piensan que saliendo al río Magdalena vía a El Banco podrían equiparar el comercio de Barranquilla. Manuel Julián de Mier emprende en 1881 este quijotesco proyecto que en el siglo siguiente sería de gran utilidad.

Las Guerras Internas y los Desastres Naturales: Un Retroceso en su Imagen Urbana
Durante este siglo Santa Marta fue golpeada por las guerras y los desastres naturales, estos incidentes no dejaron desarrollar la ciudad, poca atractiva para los viajeros de este siglo.

Un numeroso grupo de indígenas al mando del español Vicente Pujals que se resistía al cambio político, se toma a Santa Marta a nombre de la monarquía española. Hubo saqueo y destrucción excepto la aduana y el depósito de un comerciante extranjero.

Un terremoto en 1834 derriba decenas de casas y agrieta la cúpula de la Catedral. Las precarias condiciones económicas de los samarios tardan casi medio siglo para recuperar su imagen urbana.

Las revoluciones políticas del país en 1860, y entre 1873 y 1879 tienen como teatro bélico las calles de Santa Marta, la Catedral y algunas casas son blanco de estos combates.

La inundación del río Manzanares en 1894, llamado como el ciclón del 94, averío la obra del ferrocarril y algunas casas, hubo una seria emergencia afortunadamente sin victimas.

La aparición de la vía férrea en las afueras de la ciudad se convirtió con el paso del tiempo en el límite de su perímetro urbano, trastocando morfología urbana.


La Pausada Cotidianidad de Santa Marta: Cuatro Tradicionales Actividades
Hasta hace un siglo, el río Manzanares era la fuente hídrica abastecedora de la ciudad, la cercanía del río a la ciudad determinó que el aljibe o cisterna no fuera indispensable en la mayoría de las viviendas. El baño matinal se constituía en la primera actividad general de los samarios, por los senderos de veían desfilar la gente a pie o en bestias directo al río, cabezas de rizados cabellos portaban enorme tinajas de barro cocido con el preciado liquido. Igualmente los aguadores recorrían las polvorientas calles vendiendo agua en sus carretas o bestias que cargaban los barriles. Por otra parte las mujeres aprovechaban el mediodía para realizar sus actividades de lavandería.

La segunda Actividad era el mercado entre las cinco y nueve de la mañana, era el espacio y tiempo para el chismorreo entre saludos y compras. Al calentar el sol las calles quedaban desanimadas.

Seguía la siesta después del almuerzo sobre una hamaca después del almuerzo que se colgaban en los zaguanes y patios sombreados de las viviendas, era cuando la ciudad hacia una pausa que hasta disgusto generó en las tripulaciones que se cansaban de hacer señas pidiendo autorización para entrar al puerto samario, nadie se movía y los frustrados navegantes seguían su rumbo a otro puerto cercano como Sabanilla o Riohacha.

Al final de la tarde se recibían las visitas, los samarios aprovechaban para exponer su vocación literaria o musical; también se paseaba por la playa.


SANTA MARTA SIGLO XX
El Ferrocarril y el Banano: Revolución Económica y Cultural
Las esperanzas del renacimiento económico estuvieron sentadas en el ferrocarril, pero las dificultades financieras impidieron concluir el proyecto que llegó hasta Ciénaga. Surge la idea de sembrar banano en las zonas aledañas a esa población y el ferrocarril es vital para sacar la fruta, llevándola hasta el puerto de Santa Marta para cargarla en buques con destino a los Estados Unidos.

La actividad económica entorno al banano atrajo la inversión extranjera, empresas norteamericanas como la Sander de New Orleáns, Colombian Land y United Fuit Company impulsaron la exportación del producto agrícola, esta última monopolizó el comercio hasta 1966, año de su retiro.

Santa Marta gozó de una prosperidad económica y todo lo que representaba la influencia norteamericana en multitudes de aspectos. Los conflictos laborales, la sigatoca y la segunda guerra mundial golpearon duramente el negocio llevándolo a la crisis, con esto el puerto de Santa Marta experimenta un descenso en su movimiento.

La Industria Turística: Ilusión a Largo Plazo
El turismo surge como una actividad redentora ante la posibilidad de explotar el potencial natural del Parque Tairona y la Sierra Nevada de Santa Marta, alternativas aplazadas por la falta de iniciativas y consensos.

El desarrollo del balneario El Rodadero en la década de los 60´s vislumbró el turismo como una industria promisoria de gran empuje. La construcción de edificios de propiedad horizontal generó la parahotelería y la infraestructura de sus servicios públicos han quedado obsoleta con la gran demanda constructiva de finales de siglo.

En el último cuarto de este siglo aparece el tráfico ilícito de la marihuana con los clanes familiares provenientes del Departamento de la Guajira, ocasionando una alteración social, económica y cultural de la sociedad samaria.

Paralelo a las vendetta entre narcotraficantes Santa Marta experimenta unos años de terror con el enfrentamiento armado de dos familias guajiras. La bonanza de la marihuana construye una cultura ajena y peligrosa.

La Vía Férrea: El Perímetro de la Ciudad y su Alteración Morfológica
A principios de siglo la construcción de la vía férrea se convierte en el borde del centro de la ciudad hacia el Este.

No obstante una década después se evidencia su desborde hacia el Norte con el Barrio Olaya Herrera para el personal que laboraba en los muelles. Al Sur, el Barrio El Prado con todas la comodidades de una comunidad autosuficiente (clínica, canchas de golf, hospital, cooperativas, viviendas, etc.), construido para el personal norteamericano.

El Puerto y el Ferrocarril: Inicio de la Obsolescencia del Centro Histórico
El puerto y el ferrocarril fueron consolidando una zona de tolerancia hacia el Norte de la ciudad con bares y casas de lenocinio, este fenómeno originó el desplazamiento de muchas familias tradicionalmente residentes en el centro hacia otros puntos de la ciudad. La calle de las Piedras fue famosa por la gran cantidad de burdeles prestos a satisfacer las necesidades de las tripulaciones de los vapores anclados en el puerto.

A mediados de siglo comienza la degradación arquitectónica del centro histórico, muchos caserones coloniales caen ante el afán del mal llamado progreso, en especial con la arquitectura bancaria. El uso comercial exige nuevos patrones de fachadas que obliga la deformación de fachadas originales.

Hoy (2006), el Centro Histórico se ve asfixiado por la gran congestión del trafico automotor y la proliferación de ventas estacionaria sobre el espacio público. Se ha iniciado un proceso de recuperación integral con el relleno de la playa, la construcción de espolones en el mar y la intervención al Camellón, cuyos resultados son a mediano plazo.

LA REALIDAD HISTÓRICA DE SANTA MARTA DURANTE LA DOMINACIÓN ESPAÑOLA

Por: Alvaro Ospino Valiente

Durante las primeras décadas de conquista, Santa Marta se constituyó en cabeza de puente por donde ingresaban las compañías expedicionarias de los territorios internos de la actual República de Colombia, remontando el Río Grande de la Magdalena. De aquí, partió hacía el país de los Chibchas, don Gonzalo Jiménez de Quezada, donde fundaría en 1538 a Santa Fe de Bogotá.

El desenvolvimiento urbano de Santa Marta durante el siglo XVI, fue lánguido y agónico; en primer lugar, los problemas internos de sus malos gobernantes, codiciosos de riquezas y poder, envueltos en acusaciones, juicios de residencias, expedientes de cargos, calumnias o difamaciones, saltando del plano personal a las decisiones políticas sobre la ciudad, disputas que en nada beneficiaban. Y por último, los enemigos externos asediaban a la escasa población, en tanto que los grupos aborígenes Chimilas y Bondas, se resistían al sometimiento español, siendo una permanente amenaza, temiéndose a las formas de ataques en las flechas mortales untadas de ponzoña. Igualmente, promediando la centuria suceden las primeras incursiones piratéricas a cargo de franceses e ingleses, destruyendo constantemente el incipiente asentamiento urbano y aterrorizando a sus pobladores.
Lo cierto es que, Santa Marta nació sin porvenir, su estado de ruina y desolación serían los signos urbanos más característicos en sus 300 años de historia española. Tal como le informaba Fray Tomás de Angulo al Consejo General de Indias en carta del 31 de mayo de 1535:

No hay necesidad de abrir la puerta a que más cristianos vengan. Antes hay necesidad de sacar muchos de los que hay, porque ellos están perdidos y mueren de hambre.

Así mismo el gobernador Luís de Rojas ante la arremetida indígena le comunicaba al rey Felipe II en misiva del 30 de septiembre de 1572, dilapidario dilema que nunca fue capaz de resolver la Corona:

Si vuestra Majestad no lo remedia, entiendo sea de venir a despoblar.

La relegación urbana y poliorcética de Santa Marta se remonta al tercer viaje del ingeniero militar Bautista Antonelli, encargado del plan defensivo americano de Felipe II e iniciador de las consideraciones políticas ventajosas para Cartagena que dieron lugar a su favorita preferencia en detrimento de los intereses de Santa Marta; por lo tanto, se hace necesario mantener un paralelo con esta ciudad para explicar su realidad histórica poliorcética. Finalmente, Antonelli inicia el proyecto del recinto amurallado en la ciudad de Cartagena hacia 1595, propinándosele la primera estocada a las aspiraciones políticas de Santa Marta.

Es el comienzo de la exclusión de Santa Marta de las prioridades políticas de España en América, marcando un crecimiento progresivo del recinto pétreo cartagenero y el postrado hundimiento urbano samario. Durante más de dos siglos la Corte española no cesó de atender el problema de seguridad y defensa de Cartagena. En ella dedicaron sus mejores esfuerzos los mejores ingenieros militares y se invirtieron sumas incalculables entre fortalezas y almacenes. Con el Canal del Dique se revoluciona el comercio hacia el interior, año tras año aumentaba el volumen de carga a través de ese conducto. Es así como el puerto de Santa Marta se abandona paulatinamente, al tocar fondo la Armada de los Galeones en puerto cartagenero, que transportaba hombres y mercancías al Nuevo Mundo, las riquezas en lingotes y doblones a la metrópoli, según, por ofrecer Cartagena un puerto más seguro. Fray Antonio Julián nos lo explica en su obra:

Ahí a la llegada de las flotas se convertían días como de feria general donde concurrían los comerciantes, no s610 del Nuevo Mundo, sino de Quito y Perú por el Océano Pacífico a través de Panamá, cargados de pesos duros y doblones, se proveían de mercaderías para llevarlas a sus ciudades. Algunos quiteños tomaban la ruta por tierra hasta conectar con el Río Magdalena, por su parte los limeños lo hacían por Panamá. Los provenientes del Reino de Santa Fe, las gobernaciones de Antioquia y Popayán lo realizaban siguiendo el curso del Rio Magdalena. A los comerciantes de Santa Fe, les era indiferente que la concurrencia fuese en Santa Marta o en Cartagena, aunque en teoría le resultaba más camada en Santa Marta. Más los limeño s y quiteños, les con venia en Cartagena por su mayor proximidad con Portobello y porque se disminuía el trayecto, y también porque ahorrarían el peligro de doblar una punta que hay entre Cartagena y Santa Marta.

Parte de la administración virreinal residía en dicha ciudad, por lo tanto los navíos pasaban de largo con la correspondencia oficial. Entre los quiteños y limeños, habían caballeros poderosos y hombres de fuertes caudales; influyentes en la corte española y determinantes para que las flotas fueran a hacer su rada en el puerto de Cartagena por el apogeo del comercio, la ciudad prosperaba y en ella, se radicaban para echar raíces, familias poderosas al amparo de las fortificaciones, que contribuyeron en gran parte a su configuración urbana, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Sin la llegada de las flotas y por consiguiente abandonada del comercio e indefensa, Santa Marta se fue despoblando. Al paso que crecía Cartagena, Santa Marta decrecía. Luego de la destrucción de Santa Marta en 1655 por el Goodson, muchas de las principales familias emigraron a Maracaibo, Cartagena, Mompox, Honda y Tenerife. Para entonces, los intereses de la Corona residían en Cartagena, por lo tanto era preciso fortificarla, para defenderla de los ataques de las naves de guerra enemigas, interesadas en el derrumbe español.

Proyectos e ingenieros militares al servicio de la Corona desfilaron interrumpidamente por esa ciudad, mientras que Santa Marta se debatía entre las ruinas y las continuas humillaciones del enemigo. Esta, al no reportarle ningún beneficio económico a la monarquía, quedaba como muchas ciudades indefensas en el litoral Caribe, que todavía eran la gran mayoría, bajo la tutela del gobernador, una mínima guardia personal y los vecinos mal armados. Ellos tenían que enfrentarse por sus propios medios con el enemigo que les hostigase y frecuentemente los hombres tenían que acudir a las armas en unas obras defensivas en mal estado, mientras las mujeres y niños corrían despavoridos por los montes en busca de refugio.


En el siglo XVII, Santa Marta estuvo mal resguardada por dos pequeñas fortalezas, el Fuerte San Juan de las Matas de traza en estrella de cuatro "rayos" inspirado en la antigua escuela de fortificación italiana, correspondiente el período de fortificación renacentista con principios abaluartados y la plataforma de San Vicente a manera de reducto, insuficientes ante el poderío enemigo. El segundo cuarto del siglo XVIII, fue el tiempo donde la ciudad mantuvo una defensa aceptable, se amplía el horizonte defensivo a los cerros con reducidas e irregulares fortificaciones sin tener en cuenta las reglas del Arte, pero en fin para cumplir una labor defensiva. Paradójicamente la paz reinó y poco trabajo tuvo las fortalezas.


Con la derrota del almirante inglés Edward Vernon en su intento de apoderarse de Cartagena en 1741, parece realzarse el prestigio de esa ciudad e igualmente justificar el esfuerzo de la monarquía en mantener la inexpugnabilidad de su plaza, mermando de este modo las posibilidades de convertir a Santa Marta en plaza fuerte y de gozar de proyectos de fortificación conforme a las reglas preceptuadas en su momento. Otro factor determinante en la postración militar y por consiguiente urbana de Santa Marta, fue la llegada a Cartagena del ingeniero militar extraordinario Antonio de Arévalo, después de la heroica defensa ante Vernon. Con Arévalo desfilan un serial de conceptos adversos sobre la inconveniencia de fortificar Santa Marta y a su modo definir un extraño concepto de estrategia militar puesto en práctica en otros lugares durante los reinados de Fernando VI, Carlos III y Carlos IV:

La mejor defensa es la que no tiene defensa.

Es decir, en la medida que no estuviese fortificada, menos apetecible era para el enemigo. No convertir a Santa Marta en plaza de guerra, como tampoco construir grandes fortalezas, ante el grave riesgo que cayeran en manos de los ingleses y fuese difícil su recobro. En sus opiniones, Arévalo se apoyó en la sentencia desfavorable con respecto a Santa Marta, emitida por el tratadista Ignacio Sala en 1752, cambiando su opinión inicial de prestarle alguna atención a las fortalezas samarias, poco tiempo después de su llegada. Opinaba Arévalo:

Santa Marta no debe convertirse en plaza nueva de guerra, no debe protegerse por no responder a los gastos que origina. Y en iguales circunstancias siempre será lo más seguro hacer lo mismo para no dar en manos de los enemigos y de nada servirán entonces las fortificaciones de Santa Marta, sino de perder el gasto y muchos cuidados de muchos años para un lance aventurado.

Con estas razones esgrimía la propuesta del gobernador Rosales Troncoso en 1764 durante el reinado de Carlos III, negando cualquier intención de levantar fortalezas. Eran claros los intereses del ingeniero miliar Arévalo en no aprobar siquiera una obra de refuerzo, porque en esos momentos estaba obstinado con el vasto plan de obras en Bocachica y en las baterías colaterales del Fuerte de San Felipe de Barajas en Cartagena, resultaba explicable que al considerar la realización de obras en Santa Marta, el presupuesto de su gran empresa castrense cartagenera se vería afectado, como también los recursos humanos y técnicos.


Promediando el siglo XVIII con Antonio de Arévalo, la negativa de fortificar Santa Marta conforme a las reglas del Arte Militar queda determinada, justamente en los precisos momentos cuando relucía con mayor belleza las líneas fulgurantes del neoclásico militar, qUé aun conservan las fortificaciones de Cartagena de Indias. Es indiscutible que Inglaterra perdió la oportunidad en abrir la brecha a los dominios españoles, apoderándose inicialmente de la ciudad de Santa Marta y crear a partir de ella la base de operaciones en tierra firme, como lo era Jamaica en el Caribe. Tal preocupación fue expuesta por el gobernador Rosales al rey, analizando lo que acontecería si Santa Marta cayera en manos de los ingleses, peligraría la plaza de Cartagena, al marchar por tierra y mar hacia ella. Incluso ante el inminente segundo episodio de la guerra por el III Pacto de Familia entre 1779 y 1783 con el Visitador General de las Fortificaciones en América, el ingeniero Militar Agustín Crame, se mantiene el concepto de no realizar obras de grandes proporciones, sino intervenir con refuerzos sencillos a los fuertes de San Fernando, San Antonio y de la isla del Morro, al parecer los menos arruinados.


Con Crame finalizan las construcciones de fortificaciones en Santa Marta, cuando el teatro bélico cambia de intereses, personajes y escenarios al no tener contra quien combatir y alejarse para siempre los enemigos del mar. Con el fin de la guerra, comienza una nueva batalla para las fortalezas samarias: abandono obsolescencia y destrucción. Finalizando el siglo XVIII, se advierte en la ciudad un progreso urbano nunca antes registrado, alternado con las medidas económicas y militares instruidas desde España y ejecutadas por uno de los mandatarios más aplicados que tuvo la provincia de Santa Marta, el gobernador José de Astigárraga.


Las primeras manifestaciones de insurgencia de finales del siglo XVIII, encontraron a Santa Marta en las mismas condiciones de aislamiento de los dos siglos anteriores, con lo cual pretendían mantenerla alejada de cualquier posibilidad en convertirla en teatro de guerra. Aún bajo esta nueva situación, Santa Marta cumple un papel irónico manteniéndose fiel a la Madre Patria, bautizada por el gobernador Víctor de Salcedo y Somodevilla (1805-1810), como «la muy noble, la muy fiel y la muy leal), donde el rey de España tendría su más firme plaza; quizás porque su población comprendió, que en su historia jamás había gozado de una prosperidad, traducida en las obras urbanas, religiosas, defensivas y de beneficio económico que en su momento gozaba.


A ello contribuía, el mismo aislamiento del contexto europeo y el cuidado de España en evitar la llegada de personas con las noticias de los acontecimientos políticos de Europa, sobre todo de la Revolución Francesa, motivadas por las doctrinas predicadas por los filósofos del siglo XVIII. La disposición de los samarios frente a las nuevas ideas, eran entregar sus vidas y bienes para sostener la religión y a su amado monarca; irónicamente los indígenas que tanto sufrieron siglos atrás, fueron leales a esta causa, fe de ello la condecoración con la medalla de oro otorgada a Antonio Núñez, cacique de los Mamatoco.


Durante la reconquista de España en 1815 en el reinado de Fernando VII (1808-1833), Santa Marta cumplió un papel decisivo abasteciendo de víveres y hombres a las tropas de Pablo Morillo para el sometimiento de Cartagena; conservando su fidelidad a la monarquía hasta el día 10 de noviembre de 1820, cuando definitivamente fueron ocupadas por las fuerzas patriotas.


La noble causa de la Emancipación, truncó el momento próspero que gozaba Santa Marta, gracias a la monarquía que había vuelto los ojos a ella. Aún con el breve renacer urbano y comercial de su puerto a principios del siglo XIX -no obstante eran pocos los barcos que llegaban de España, porque desde el puerto de Sabanilla se fomentaba el contrabando- y durante el tiempo que duró la República de la Nueva Granada (1831-1856), esta ciudad jamás volvió a disfrutar de las mieles del progreso. La segunda mitad del siglo XIX, pasó por Santa Marta dejando las huellas de la violencia política, que nunca dejó en pensar en futuro; corroborando aquella lapidaria sentencia que concluimos de la historia de Santa Marta, una ciudad condenada a pobreza perpetua.

LAS FORTIFICACIONES DE LA CIUDAD DE SANTA MARTA (COLOMBIA)

LA CIUDAD DE SANTA MARTA EN EL SISTEMA DEFENSIVO DE LA AMÉRICA COLONIAL ESPAÑOLA.


Por Álvaro Ospino Valiente


Antecedentes Políticos- Militares
El Mar Caribe, fue el escenario de los acontecimientos políticos y militares que se dieron a partir del Descubrimiento de América por parte de los europeos, y perduraron casi 300 años. El dominio ejercido en los territorios del Nuevo Mundo por la Corona española y la actividad comercial monopolizada con la creación de la Casa de Contratación de Sevilla en 1503. A continuación se inicia unos de los períodos de pillaje y saqueo más sangrientos de la historia del Caribe. En un principio, el pillaje era una empresa particular de los ladrones de mar; luego, eran motivados por las naciones enemigas de España. Desde 1566 y hasta principios del siglo XVIII, la Corona española monopolizó el tráfico comercial entre España y América, a través de las rutas de los galeones o flotas mercantes custodiadas por embarcaciones de guerra.

La preocupación más importante de la Corona española a lo largo de su administración en el Nuevo Mundo, fue defender sus posesiones territoriales. Las presiones externas de otras naciones en apoderarse del monopolio económico, como Inglaterra, Francia y Holanda, y un poco la desidia y el vacío de poder en algunas zonas geográficas, fueron los elementos para una política colonial de para estas naciones, que utilizándolas como base para su comercio, iniciaron una expansión permitiéndoles finalmente el control de cierta área.

La primera medida de la Corona, fue definir los puntos estratégicos de ingreso a los virreinatos y gobernaciones, también claves para su actividad comercial; denominándoles "llaves de los dominios en el Nuevo Mundo", política y militarmente vital en la conservación de sus territorios, de aquí, su mayor preocupación en dotarlas con proyectos de fortificación y atender su manutención de pertrechos y tropas. Es así, como Cuba fue la "Llave al antemural de las Indias", Puerto Rico la "Llave de la Antillas" y en tierra firme, Cartagena de Indias la "Llave de Indias del Perú".

El afán de la Corona española por asegurar sus territorios en esta área, dio como resultado un conglomerado de obras defensivas, que hoy conocemos como las fortificaciones del Caribe, que integran otras de las naciones enemigas de la época, entre ellas las ubicadas en islas de posesión inglesa, francesa y holandesa. En la ciudad de Santa Marta (República de Colombia) se erigieron durante sus primeros tres siglos de existencia, las siguientes fortificaciones: Casa-fuerte de García de Lerma (1530), Casa-fuerte de Bonda (1536, 1572), fuerte de San Juan de las Matas (1602), fuerte de San Vicente (1644), fuerte de Nuestra Señora de la Caridad o de Betin (1663), fuerte de San Antonio (1719), fuerte de San Fernando (1725) y fuerte de la isla del Morro (1739, 1762, 1778).

LOS ESQUEMAS DEFENSIVOS DE LA CIUDAD Y PUERTO DE SANTA MARTA DURANTE LA DOMINACIÓN ESPAÑOLA

El Esquema Defensivo de Santa Marta en el Siglo XVI.
La ciudad de Santa Marta tuvo una significación propia y destacada en la conquista de los territorios recién descubiertos de Tierra Firme, desde su fundación se convertiría en punto de partida de las primeras expediciones hacia el interior de los territorios y que marcaron su realidad histórica.

Las empresas aventureras de los primeros conquistadores llegados a esta región se caracterizaron por el afán de depredación del metal en las sementeras indígenas, quienes respondieron con una tenaz resistencia. Santa Marta durante este siglo se caracterizó por estar en medio de dos conflictos; por un lado los feroces ataques indígenas hacia el naciente y los primeros brotes de piratería hacia el poniente. Después de algunos intentos de construir algún tipo de defensa con materiales inestables, se realiza la "Casa del Rey', obra del gobernador García de Lerma en 1529, para guarecerse de las arremetidas de los nativos y los territorios de los indios Bandas, el gobernador Luís de Rojas, levanta en 1572, una torre-fuerte como "aloxamiento" para socorrerse de las persecuciones indígenas.

La primera fue destruida por los temporales debido a su mala fábrica y la segunda la demolió el gobernador Lope de Orozco en 1580, al hacer la paz con los bandas. En la segunda mitad del siglo XVI, la ciudad fue azotada varias veces por piratas ingleses y franceses, motivados por la codicia, más no por acciones políticas. Al concluir este siglo, la ciudad queda sin fortalezas.

La historia de Santa Marta se inicia en medio de dos enemigos. Por el mar Caribe, las primeras manifestaciones de la piratería francesa con Robert Baal, Jaques de Sores y Martín Cote; luego los ingleses John Hawkins y Francis Drake. Por tierra la hostil resistencia de los Bondas.
El Esquema Defensivo de Santa Marta en el Siglo XVII.
Abriendo este siglo, se realiza la primera obra de fortificación en la playa por las reiteradas incursiones enemigas. El capitán Juan Guiral Belón, construye el Fuerte San Juan de las Matas en 1602, cuya traza corresponde al "hábito de la encomienda de San Juan". Abrigada a esta fortaleza estuvo la ciudad por más de treinta años, dotada de una exigua artillería, una munición y armas en mal estado, sumada a la escasa guarnición asignada a la ciudad.

El gobernador Vicente de los Reyes Villalobos, en 1644, con la ayuda de esclavos e indios, levanta una plataforma artillada, con el nombre de San Vicente, un poco más al norte del San Juan de las Matas en la playa samaria; para entonces los navíos españoles de alguna manera tocaban fondo en el puerto samario.

Pero, es en la mitad de este siglo donde se acontecen dos grandes hechos que marcarían para siempre el destino de esta ciudad y frustraría sus aspiraciones en convertirse en puerto clave dentro de andamiaje comercial de la Corona: primero la construcción del Canal del Dique en 1649, obra que facilitaría la comunicación de Cartagena con el resto de los territorios y segundo, la destrucción de la ciudad por el vicealmirante inglés, William Goodson que obligó a emigrar de la ciudad a numerosas familias con algún poder económico, incidiendo de alguna forma en su desarrollo social y urbano.

Esquema defensivo de Santa Marta en la primera mitad del siglo XVII
Mermada la insurrección indígena en los territorios internos, la mayor preocupación de las autoridades samarias fue la guerrilla marítima, es por eso que se inician las construcciones de las fortificaciones de la playa con los fuertes de San Juan de las Matas y de San Vicente.

Un proyecto presentado al rey de España Felipe IV, por el capitán Sebastián Fernández de Gamboa en 1660 de haberse aprobado hubiera revolucionado el sistema defensivo de la ciudad. Se trata de un frente abaluartado, dotado de las obras indispensables y en particular las recomendaciones para restablecer la normalidad en Santa Marta.

Esquema defensivo de Santa Marta en la segunda mitad del siglo XVII
Mientras Cartagena tomaba ventaja comercial en el andamiaje comercial español, Santa Marta se debatía en la extrema pobreza y ruina, causada por la destrucción de William Goodson. Para esa época se allana el cerro y se acomoda el fuerte de Betín que defendería el acceso a la bahía entre El Morro y El Morrito.

La ciudad vivía sumida en la pobreza, acosada por innumerables problemas aún no se recuperaba del ataque de Goodson. Para tomar medidas de seguridad, en 1663, el ingeniero militar Juan Betín, a la sazón gobernador interino, construye una explanada en la punta donde termina las Abras de Santa Ana y que hoy lleva su nombre, al que llamó Nuestra Señora de la Caridad, igualmente le realiza obras de refuerzos a los fuertes de San Vicente y San Juan de las Matas. Así mismo, el ingeniero militar Francisco Ficardo, ejecuta una ampliación óptima al fuerte de San Vicente, dotándolo de un cerramiento, foso, cuarteles y garita. En los años de 1679, 1680 Y 1681, sucedieron varias incursiones que fueron recordadas como el Enemigo de las Abras de Santa Ana, Enemigo de San Juan y Enemigo de San Miguel, que incidieron en algunas medidas durante el siglo siguiente. Al cerrar esta centuria, Santa Marta queda con un esquema defensivo escueto e ineficaz.

El Esquema Defensivo de Santa Marta en el Siglo XVIII.
Abre esta centuria con una delicada situación con el enfrentamiento con Inglaterra, empeñada en desbaratar el poderío español, basándose en la barbarie y excusándose en pretextos políticos, económicos y religiosos.

La situación de Santa Marta no mejoraba, en los primeros años de este siglo a pesar de la paz el peligro no se alejaba, frecuentemente se presentaban por estas costas naves contrabandistas, tripuladas por trásfugas. Por lo tanto, los primeros gobernadores, hicieron algunos refuerzos a las fortalezas de la playa, justo para una corta y débil defensa por fortuna todo transcurrió con una aparente tranquilidad.

Esquema defensivo de Santa Marta en la primera mitad del siglo XVIII
A partir del primer cuarto del siglo XVIII, Santa Marta amplía su esquema defensivo, construyendo el fuerte de San Fernando a las afuera de la ciudad y en los cerros hacia el norte, el fuerte de San Antonio para taponar la vía donde el enemigo sorprendió a finales del siglo pasado.

Por motivos de las incursiones enemigas a finales del siglo pasado por las Abras de Santa Ana y unos desembarcas por parte de piratas holandeses en playa Lipe, al sur de la bahía samaria, el gobernador Juan Beltrán de Caicedo ordenó la construcción del fuerte de San Antonio en 1719 y fuerte de San Fernando en 1725 en honor al rey Fernando VI. La importancia estratégica del San Fernando radica en el cierre inconcluso del sur de la bahía para taponar el ingreso para los desembarcas. Después del primer cuarto de siglo, frecuentemente se presentaban esporádicas incursiones que contrastaban con la paz acordada, aunque no eran patrocinadas por las naciones rivales, éstas tampoco adoptaban medidas contundentes para frenar la piratería, el contrabando se acentuaba y la corrupción se hacía presente. Para entonces, Santa Marta era una ciudad fantasma, es de destacar el bloqueo realizado por el almirante inglés Edward Vernon en 1741 para evitar que Santa Marta, diera refuerzos y abastecimiento a Cartagena.

Hacía la mitad del siglo XVIII, Santa Marta era una plaza inactiva y abierta al desembarco adversario, por lo que el virrey Sebastián de Eslava, envía al novel ingeniero militar Antonio de Arévalo a realizar un plano de la bahía con las obras de refuerzos necesarias. Estos levantamientos planimétricos son la fuente documental más valiosa de las fortificaciones de Santa Marta y nos permiten idealizar y comparar las transformaciones en menos de un siglo. Aunque lo proyectado por Arévalo, resultaba lo más económico a las circunstancias, sólo se realizaron algunas obras pequeñas. Como ingeniero, jamás volvería a plantear obras de fortificación para Santa Marta y como ingeniero en jefe, sólo autorizaría pequeños refuerzos. Al pasar los años, su posición en rechazar cualquier obra de refuerzo, sería invariable dada las circunstancias geopolíticas y económicas, aumentando su empeño a la atención de las fortificaciones de Cartagena a la que le dedicó 58 años de trabajos continuos hasta su muerte en 1800.

Esquema defensivo de Santa Marta en la segunda mitad del siglo XVIII
Ante la inminente guerra contra Inglaterra, el brigadier general Agustín Crame, considera reforzar con obras sencillas a los fuertes de San Fernando, San Antonio e isla del Morro, definiendo su triangulo defensivo para defender la bahía de Santa Marta.

A reconocer a Santa Marta, pasa en 1752, el ingeniero militar Manuel Hernández quien propone resguardar la entrada por el sur con un nuevo fuerte, más arriba del fuerte de San Fernando y un refuerzo en la antigua explanada de Betín, obras que no llegaron a realizarse. Por el año de 1761, el gobernador Gregario Rosales Troncoso, presenta a solicitud del rey de España, Carlos III, un completo informe del estado de las fortificaciones y las necesidades de refuerzos; igualmente, expone lo peligroso que era para Cartagena, si el enemigo se tomase a Santa Marta. El proyecto es remitido al jefe de las fortificaciones en este Virreinato, el ingeniero militar Antonio de Arévalo, quién rebate punto por punto lo expuesto por Rosales. Quizás, retirando lo expuesto por su maestro, Ignacio Sala, recogida en una frase por Arévalo para referirse a Santa Marta:

…q.e. ni la razon del Puerto, ni la situación del Comercio obligan á q.e. la Ciudad de S.ta Martha sea una Plaza de G.rra.

Vientos de guerra soplaban por el Caribe, España e Inglaterra, nuevamente estaban al borde de un nuevo conflicto bélico. A realizar reconocimiento por los puertos del Caribe, es enviado el brigadier general, Agustín Crame, quién llega a Santa Marta en agosto de 1778; realiza un corto diagnóstico de su situación y define que sólo los fuertes San Fernando, San Antonio e Isla del Morro, debían reforzarse. Era un plan de defensa bastante sencillo y económico, basado en pequeñas ampliaciones. No eran tácticas, sino acomodadas y circunstanciales por lo sencillos refuerzos planteados que en la práctica, no fueron llevados tal como se proyectaron. Con él, se cierra el ciclo de reconocimientos e intervenciones a las fortificaciones samarias, coincidiendo con el fin de la dominación española, teniendo un destino diferente para lo cual fueron levantadas, lámina 7. De las ocho fortalezas levantadas en Santa Marta, sólo dos se resisten a desaparecer: los fuertes de San Fernando y de la isla del Morro, declarados en buena hora Monumentos Nacionales, constituyéndose en los únicos ejemplos de la fortificación abaluartada no reglada de nuestro país y de gran interés para la historia de nuestra identidad arquitectónica.

DE LAS APLICACIONES TIPOLÓGICAS y MORFOLÓGICAS DE LAS FORTIFICACIONES DE SANTA MARTA METÓDIZADAS EN LOS TRATADOS DEL ARTE MILITAR.
Los tratadistas decían que las fortificaciones de un puerto, tenían como objetivo principal resguardar bajo sus fuegos las flotas y sus cargamentos, de ahí que la Corona española se preocupara en dotar de grandes fortalezas regladas, por lo tanto costosas en aquellos puertos del Caribe, colectores de entrada y salida del tráfico comercial y de los flujos de plata, como San Juan (Puerto Rico), Santo Domingo (República Dominicana), La Habana (Cuba), Veracruz (México) y Cartagena (Colombia). En la misma forma que Santa Marta es excluida de las rutas, es separada de las prioridades del sistema defensivo americano. Al no haber ningún interés económico sus fortificaciones no serán regladas conforme a los tratados del Arte Militar.

Estas razones económicas y políticas fueron determinantes en la concepción, erección y evolución de las fortificaciones de la ciudad de Santa Marta y revela los condicionamientos que pesaron sobre los ingenieros militares en el momento de dictaminar, proyectar y construir obras de fortificación. Refleja su relegación al segundo plano en el contexto político y económico hispanoamericano, como también en la idealización de sus defensas, las que constituyen un claro ejemplo de la fortificación abaluartada no metodizada; es decir, desde el punto de vista analítico no se tuvieron en cuenta los principios preceptuados en los tratados, su resultante se explica, como el producto de una necesidad de defender una población, más no de defender intereses políticos.

El fuerte de San Juan de las Matas con una figura en estrella a "cuatro rayos", fundamentada en la vieja escuela italiana, concebido a comienzos del siglo XVII es el único que procura la regularidad y simetría en sus líneas, las restantes fortificaciones se caracterizan por la irregularidad en sus trazas, emplazadas sobre promontorios donde la adaptación al terreno era clave y no cabía aplicar más traza que la configurase el sitio, tenemos como ejemplo las fortalezas levantadas en la bocana del puerto (fuertes del Morro y Betín), en las Abras de Santa Ana (fuerte de San Antonio) y cerro de la Pedrera (fuerte de San Fernando).

Estas fortificaciones terminaron buscando una mayor adaptabilidad al terreno con lo que en ocasiones, los planos originales terminaron pareciéndose muy poco a los resultados, también la falta de caudales presupuestados acabaron por modificar y simplificar las trazas, ejemplo: el plan de defensa de Agustín Crame en 1778. Colectivamente analizando la resultante de las fortificaciones de Santa Marta.

En lo táctico.
a) Sus esquemas poliorcéticos resultaron fragmentados, aislados y desfasados en el tiempo de construcción de las fortalezas.
b) Nunca hubo un plan efectivo de fuego, todos fueron improvisados y hasta donde los recursos o permitieran.
c) La realidad poliorcética de Santa Marta, se basó en un círculo incompleto: si había fortificaciones, la artillería estaba en mal estado. Si había artillería y municiones, las fortificaciones se hallaban deterioradas por culpa del enemigo o por acción de los temporales. Si las fortificaciones se hallaban en regular estado, había escasa artillería y municiones o los soldados no recibían su paga a tiempo.

En lo artístico.
a) Las fortificaciones de Santa Marta se caracterizaron por su traza irregular.
b) No reflejaron en su lenguaje arquitectónico los períodos artísticos de la fortificación abaluartada a plenitud.
c) Las fortalezas se caracterizaron por su sencillez de tipologías no ajustadas a las normas de los tratados del Arte Militar de la época, por lo que difieren de sus homologas del Caribe a pesar de haber sido levantadas por los mismos ingenieros militares, el mismo gobierno y las mismas circunstancias históricas.
d) Sus obras se caracterizaron porque sus líneas se dimensionaron por debajo de las magnitudes que establecían los tratados, resultando fortalezas de poco porte o de poca capacidad bélica.
e) Negación total en la aplicación de las máximas de la fortificación abaluartada.
f) Según los tratados del Arte, por la clasificación de las obras, las fortificaciones de Santa Marta:
- Contemplaban una acentuada utilización de las obras accesorias: garitas, puentes, edificios militares, almacenes de pólvora y pertrechos, cisternas o aljibes.
- Entre las esenciales se utilizaron los fosos y las explanadas. Las cortinas y caminos recubiertos fueron desconocidos.
- De las obras convenientes sólo la plaza de armas. Los flancos retirados, espaldones, revellines, contraguardias, lenguas de sierpe y flechas, jamás se aplicaron a las defensas samarias.
- Entre las obras accidentales podríamos rescatar el reducto. Los caballeros, hornabeques y tenazas, nunca hicieron parte de estas fortalezas.
g) Las tipologías de cada fortificación eran únicas y se diferenciaban entre sus homologas de otras ciudades, según los tratados del Arte de la siguiente forma:
- Por la división de las obras eran: defensivas, artificiales, irregulares, naturales, compuestas y de campaña.
- Por la situación: cómodas o incomodas.
- Por la posición: horizontales.
- Por la pendiente: suaves, moderadas y agrias
- Por la dominación: pequeñas.
h) Se identificaron por el mismo patrón de relación espacial "batería-cuarte!' por lo que tácticamente eran muy limitadas en la capacidad bélica.
Por lo circunstancial.
- Las decisiones políticas y económicas fueron determinantes en su concepción, estas fortalezas fueron levantadas más por el interés de los gobernantes y vecinos que exponían su vida, que por la voluntad política de la monarquía.
- Debido al escaso situado asignado para su manutención, frecuentemente los gobernantes tenían que recurrir al respaldo comunitario en donde la vinculación entre modelos y formas constructivas populares de las obras accesorias fueron bien patentes.

DE LAS NORMAS DEL ARTE O REGLAS INDISPENSABLES EN LAS FORTIFICACIONES DE LA CIUDAD DE SANTA MARTA: SIMETRÍA, FIRMEZA Y COMODIDAD.
Los escasos medios económicos que se dispusieron para las defensas samarias, reflejaron en la aplicación de las reglas indispensables. Resulta obligado, como lo disponen los principios del Arte, establecer la disposición de las principales líneas de la composición o "traza" de una fortaleza, como referencia necesaria para dictaminar sobre las Normas de toda obra abaluartada, esto es; Firmeza, Simetría y Comodidad. Respecto a la simetría, las fortificaciones de Santa Marta revelan la más absoluta irregularidad de sus líneas, partes e incluso piezas (excepto el San Juan); condicionadas al medio geográfico del enclave como hemos explicado.

Al no realizarse proyectos abaluartados reglados por los tratados del Arte Militar, imposibilita el análisis de las magnitudes de las líneas, partes y ángulos, ajustados a las leyes fundamentales de los siglos XVI Y XVII e igualmente a las nuevas reglas que concibieron a la fortificación abaluartada neoclásica en España a mediados del siglo XVIII.

La constante ausencia de profesionales del Arte en la ciudad, la mala preparación técnica de la mano de obra y la falta de recursos para el mantenimiento de las obras, reflejan la calidad de la firmeza, aunque en cierto modo simetría y firmeza estaban muy condicionadas

Generalmente la fábrica de la batería -explanada y parapeto-, se asentaban perfectamente sobre el allanado del cerro o de la playa sobre cimientos pilotados, la construcción de los llamados" parapetos a barbeta" muy común en Santa Marta, se elaboraron irregularmente con un aparejo de lajas unidas con argamasa de cal (fuerte de San Fernando) o rematadas con una hilera de ladrillos sobre su corona (fuerte del Morro).

Sobre la escarpa del parapeto, los verteaguas servían para evacuar las aguas lluvias escurridas por el declive de la explanada. Para nivelar la altura de la explanada era necesario rellenar con el mismo material excavado para la construcción, se apisonaba con agua en varias jornadas y se cubría con un solado de argamasa de cal y piedra china.

La mampostería de los muros en las obras accesorias se mixtificaba entre una alternación de ladrillo cocido y de laja retirada en el allanamiento del cerro, pegado y revocado con pañete de argamasa de cal.

Las puertas y ventanas eran regladas por los tratados, pero por las circunstancias analizadas creemos que no se elaboraron fielmente de esa manera, encontramos algunas, como en el Fuerte del Morro, con un vano que se reduce de exterior a interior buscando disminuir los efectos de los rayos solares en el interior del espacio.

Las cubiertas en los edificios militares y almacenes se hacían simples o compuestas, el tejado descansaba sobre un entablado sostenido por una estructura o viguería de madera. Se recogía las aguas lluvias escurridas en las cubiertas a través de canales para verterlas en los aljibes o cisternas y utilizarlas en los quehaceres de la fortificación es. Los aljibes se fabricaban "a prueba de bombas" según los tratados, para evitar la contaminación por parte del enemigo y por consiguiente la rendición de la guarnición, también se excavaban en la roca en forma de caja cúbica, probablemente protegida por un entablado y con un dispositivo para sacar las aguas para impermeabilizar sus paredes se aplicaba un betún.

Los tratados recomendaban construir los almacenes de pólvora, buscando lugares secos y aislados por una pared sencilla del resto de las obras, para que nadie se acercara a las ventanas y respiraderos; además construir/os "a prueba de bombas". En las fortalezas samarias se edificaba sin tener en cuenta estas recomendaciones, generalmente éstos compartían vecindad con los alojamientos de la guarnición y cocina.

Aunque firmeza y simetría estaban muy condicionadas a las circunstancias en las fortificaciones de Santa Marta, lo cierto es que la comodidad proporcionada no era ventajosa para el desarrollo de las maniobras militares por ser tan reducidas de área.

EL ATAQUE DEL VICEALMIRANTE INGLÉS WILLIAM GOODSON A LA CIUDAD DE SANTA MARTA, 1655

Por: Alvaro Ospino Valiente
Uno de los iconos intangibles de la realidad histórica de Santa Marta y de los más significativos de la historia urbana de épocas pasadas y que hoy parecen ser ajenos a ella, fue la piratería. Durante la contienda anglo-hispana en los siglos XVI, XVII y XVIII, la monarquía británica envió a golpear todo el litoral Caribe para debilitar el poderío español en América. El día 3 de diciembre de 1655, William Goodson vicealmirante de la armada inglesa fue comisionado por el protector de Jamaica, Oliver Cromwell, para tomarse la ciudad de Santa Marta a sangre y fuego. Fueron 15 días de horror los vividos en esta ciudad, reprimiendo moralmente a los samarios, arrasa con la iglesia Mayor, la iglesia de San Francisco, el convento de Santo Domingo, la casa Obispal, la Casa del Gobernador, demuele las dos fortificaciones e incendia las escuetas casas del vecindario; es decir borrándola literalmente del mapa, que generó la primera gran inmigración de su historia. Este acto violento es considerado un hito histórico porque dividió en dos la historia urbana, socio-económica y política de la ciudad, a partir de su reconstrucción se configuró la morfología urbana actual de su centro histórico.

El conflicto anglo-hispano y antecedentes del ataque a Santa Marta en 1655
El ataque de William Goodson a Santa Marta es producto de la dura política y conflictos de Inglaterra con España que perduraron durante 300 años. En el siglo XVI, la intromisión corsaria era difícil porque la corona española dominaba las rutas oceánicas, pero las guerras de Felipe II con Inglaterra, Holanda y Francia terminaron por abrir profundas grietas en el armazón de los dominios; por eso, no satisfechos con el pillaje de los galeones, pasaron al insulto y saqueo de las poblaciones costeras. A los corsarios, al comenzar el siglo XVII, sucedieron los filibusteros, cuyas depravaciones alarmaron a los propios gobiernos de los que se consideraban súbditos. La corona no tardó en verse comprometida a firmar pactos con las naciones que fomentaban su quiebra: el Tratado de Müster en 1649 con Holanda, reconociéndole el permiso para navegar en los mares del sur; el Tratado de Madrid en 1670, por el que España reconocía la conquista de Jamaica por Inglaterra, cabeza de puente para el asalto al continente.

El origen del ataque a Santa Marta se origina en el descalabro sufrido por las tropas británicas el 3 de mayo de 1655, comandadas por el almirante William Penn y el general Robert Venables, al intentarse tomar por asalto a la ciudad de Santo Domingo, uno de las principales plazas españolas en el Mar Caribe. Esta derrota les costó el presidio en una torre de una fortaleza en Inglaterra y la destitución de sus cargos. Tan estruendoso fue este fracaso que Oliver Comwell escribe en una carta fechada el 13 de septiembre de ese año, dirigida al almirante Robert Blake: ¡Es una verdad demasiado triste, la expedición a las Indias Occidentales ha fallado! Esto ocurrió así:

El protector de Jamaica Oliver Cromwell, decide enviar una de flota de 38 naves contra las posesiones españolas en el Mar Caribe, secretamente porque Inglaterra estaba en paz con España. La expedición a cargo del almirante Penn y el general Venables, zarpó el 20 de diciembre de 1654 de Portsmouth (Inglaterra); como segundos al mando iban el vicealmirante Bakin y el vicealmirante William Goodson. Al año siguiente, después de parar en Barbados llegaron en Jamaica y anclaron cerca de puerto real de Kingston. De inmediato, hicieron algunos contactos con el abad y el alcalde de la ciudad, Venables movió sus fuerzas desde los pantanos de Kingston a la ciudad española, que para entonces fue abandonada. El 19 de marzo de 1655, Penn pidió la formación de un regimiento de marineros en Barbados para el servicio del litoral, que llamaría brigada naval; con Goodson como su coronel y Benjamín Blake (hermano de Robert Blake), como lugarteniente-coronel. El 13 abril, Goodson y su "regimiento de mar" desembarcaron con el resto del ejército en la isla en Hispaniola. El 14 de abril, desembarcaron en el punto Nizao a unas 60 millas de la ciudad de Santo Domingo, marcharon a través de un territorio difícil y fueron emboscados. El 17 de abril los soldados ingleses cerca de 6.500 hombres, comenzaron a morir en un índice de algunos 200al día, cerca de 1.000 hombres murieron en conflicto o de enfermedad, antes de ser duramente derrotados y huir el 25 de abril.

Los militares Penn y Venables dejaron al vicealmirante Goodson y al general John Fortesque detrás con los remanentes desanimados y sin fuerza, los esclavos españoles liberados remataron atacándolos. Cromwell animó a los colonos de otras islas a que fueran a Jamaica, pero les fue poco mejor que las tropas. Después de un malogrado intento por reducir esa isla, el 3 mayo fueron reembarcados. La expedición siguió a Jamaica el 11 de mayo, donde Goodson se embarcó de nuevo. El día 17 se firmó la capitulación y se determinó que Penn con las naves más grandes debían retornar a Inglaterra. Seguidamente el día 21 junio, Goodson se constituyó como almirante y comandante en jefe del escuadrón de la retaguardia, con orden para usar la chaqueta con la bandera izada en el mástil. El Parangón fue una de las naves seleccionada para volver a casa con Penn.

El ataque a Santa Marta en 1655
A mediados del siglo XVII, Santa Marta se encontraba aislada, envuelta en la penuria, cercada de indios sublevados que, dueños de los caminos, impedían la comunicación con Riohacha, donde se encontraban las ricas pesquerías parea obtener perlas y con Cartagena de donde venían los abastecimientos. Era un reducido villorrio de estrechas callejuelas polvorientas con unas seis a ocho manzanas, diseminadas por una veintena de casas de una sola planta. Levantadas, generalmente en ladrillo o barro con cañas envaradas y techadas en palma, propensas al fuego inmediato lugar donde residía medio centenar de vecinos indefensos y asustados. Además de las fortificaciones de la playa y la Garita del Veladero, levantada en las Abras de Santa Ana, la ciudad contaba con la Casa donde residía el gobernador, la iglesia Mayor levantada por fray Sebastián de Ocando en 1617. También la Casa Obispal, las Ermitas de Santa Ana y de Veracruz; además de las viejas iglesias y conventos de las compañías dominicas y franciscanas, todas de mampostería aunque mal construidas por no haber mano de obra calificada, ni persona competente para realizar las obras.

Después del fracasado intento por tomarse la ciudad de Santo Domingo, importante puerto español sobre el mar Caribe, donde el patriarca de esa ciudad milagrosamente impidió su toma, W. Goodson y sus hombres izaron la bandera británica a bordo del Torrington, junto con 6 urcas y 3 naves, puestas al mar el 31 julio de 1655 y llegando a Tierra Firme el 3 de diciembre, tomó a Santa Marta a sangre y fuego, ante la infructuosa defensa del alcalde, el sargento mayor Juan Gutierrez. Estos sujetos ocupan la plaza, tras una inútil defensa de las fortalezas de la playa, las cuales arrasan. Destruyen la iglesia Mayor, la iglesia y convento de San Francisco, la iglesia y convento de Santo Domingo, la Ermita de la Veracruz y todas las casas del vecindario. Acto seguido, persiguen monte adentro a las personas que despavoridas huyeron a esconderse. Destruyó sembrados y las haciendas de los alrededores, al igual que las poblaciones de Córdoba y Nueva Salamanca de la Ramada.

La primera parte la acción bélica de W. Goodson en Santa Marta fue atacar los fuertes de San Juan de las Matas y la plataforma artillada que daría lugar al fuerte de San Vicente. Luego los dos mil hombres a su mando iniciaron actos despiadados y crueles a la población que enfrentó; algunas mujeres huían cargando sus hijos hacía los montes circunvecinos a esconderse. Como represalia a santo Domingo y rencoroso de la defensa milagrosa en aquella isla, tomo su venerable bulto le cortó las orejas en venganza, las arrastró por las calles públicas y después hizo astillas lo que quedaba de la imagen. Igual sucedió con las de las santas patronas Santa Ana y titular Santa Marta, utilizada como leña para cocinar la comida durante su permanencia, sirviéndole de cocina la iglesia Mayor. Luego que recogió las riquezas de los vecinos, como las alhajas de los templos, les alquitranó las vigas para que ardiesen a su satisfacción dejando dado fuego a toda la ciudad.

El alférez José Nicolás De La Rosa, quien recogería esta información en el siglo XVIII, nos cuenta el siguiente hecho histórico durante este ataque…

Los prebendados habían salido por el camino de Gayra, desde que entró este enemigo; y acordándose el provisor D. Antonio de Buitrago que había dejado la custodia con el señor Sacramento sobre el ara del altar mayor con la grande turbación que tuvieron, ardiendo en el celo católico, determino volver a sacarla del poder de aquellos irreverentes herejes. Acompañóle para esto el teniente general Pedro Martín Hincapié. Hijo del maestro de campo general Antonio Martín Hincapié. Llegaron a la iglesia (porque aun estaba en el principio el combate), y consumiendo el provisor al señor Sacramentado, recogió en piezas la custodia en una holanda, y volviendo a tomar el camino de Gaira a caballo, a poco trecho de paso el rió Manzanares (que es el que provee de agua a la ciudad), alcanzo una bala de artillería la azón trasera de la caballería del provisor, y partiéndole por la cintura, le dejo cadáver, y la bala se sepultó en el tronco de un árbol grande, llamado algarrobo. El teniente avisó la desgracia a los prebendados, y estos, después de pasada la tormenta, le hicieron suntuosas exequias depositando el cadáver en la parroquia del pueblo de Gaira… El árbol algarrobo se mantiene hasta hoy, y yo le he visto muchas veces, porque no esta lejos. La herida está como un palmo de alto de la haz de la tierra; ha cerrado mucho, criando alrededor del orificio un género de ribete, que sobresale de la corteza, y de continuo destila una agua clara, pero mezclada de color; y es muy persuasible que llegue a cerrarse del todo por la próvida naturaleza suya.

Y termina su relato con la siguiente narración inverosímil que afirma el trágico final de unas de las naves de Goodson, dato importante para los estudiosos de arqueología submarina… Fuese finalmente el enemigo, y asegura el Padre Zamora, que en la embarcación donde metió las alhajas de los templos, se juntaron por disposición Divina los Ministros que vulneraron las imágenes, y al salir del puerto les cayó un rayo, que la hundió, e hizo que bajasen al infierno pasados por agua….

¿Quién era William Goodson?
El vicealmirante W.Goodson nació el 23 de agosto de 1607 en Yarmouth (Inglaterra) en el hogar de Thomas Goodson y Joan Callow. Se casó con Rebecca el 28 de junio de 1635 con quien tuvo un hijo llamado John, el primer médico inglés que vino a Pennsylvania y el primero que compró las tierras en la provincia de la "Sociedad Libre de Comerciantes", donde luego sería diputado gobernador. Igualmente tuvo vida marital con Mary, cuya hija fue bautizada con el nombre de Prudencia, que recibía la paga de su marido durante su ausencia en Jamaica. Vivió durante algún tiempo en Cartagena, el principal puerto español, sin embargo, sin el suficiente tiempo para adquirir un conocimiento perfecto del idioma, pudo haber sido entonces, o en otros viajes, que ganó la familiaridad que tuviera en la vida más tarde con los asentamientos españoles de las islas y continente.

Inició su carrera militar en la armada británica en Commonwealth como oficial de bandera, entre 1650 y 1651 estuvo a bordo del navío Lucas dotado de 34 cañones. Durante la guerra anglo-holandesa, siendo capitán participó en la batalla de Pórtland en 1653, comandó el navío de guerra Arco Iris artillado con 58 cañones en las batallas de Gabbard y en la de Scheveningen. Ese mismo año capitaneó las naves el Unicorn y los Caminos de Ellence. Goodson también fue asociado a Oliver Cromwell, protector de Jamaica y gestor de los ataques a los puertos españoles en América, junto al comodoro Christopher Mings y sir Henry Morgan. En 1650 contrató con el gobierno para el servicio de su nave, el Hopeful Luke de Londres, luego en octubre 1651, solicitó una licencia para transportar zapatos a Barbados. Su primera conexión directa con la armada parece haber sido el 25 de enero 1652, cuando fue aceptado como capitán participando el 18 de febrero en la gran batalla de Portland. El de 24 marzo fue trasladado al navío Arco Iris, sirviendo como almirante del escuadrón azul en las batallas del 2-3 junio y 29-31 julio, recibiendo como premio oficial una medalla y cadena de oro.
Durante el invierno de ese año, estuvo como comandante del navío Unicornio y después en el George bajo el mando del general George Monck. Durante el verano de 1654 es ascendido como vicealmirante del escuadrón azul a cargo del almirante William Penn, combinando con ese empleo, el negocio más lucrativo de contratista para el suministro de ropa a los marineros. Por la orden fechada el 7 diciembre, estuvo embarcado en el Parangón, como vicealmirante del escuadrón con destino a las Indias Occidentales, bajo el mando de Penn. Estuvo asociado con él, como su comisionado para que en caso de su muerte, pudiera estar capacitado para actuar como comandante en jefe.

Ocaso de la vida militar de W. Goodson
Los motines y la conducta irregular, determinaron traer a Blake a un consejo de Guerra, pero éste desistió la comisión. Goodson le permitió hacer parte de ello, así le escribió a Thurloe, "en mi respeto al general, su hermano y también para testificar la integridad de mi corazón siendo libre de la pasión". Los cargos contra Blake fueron enviados en sobre cerrado, con instrucciones que ellos no serían abiertos hasta que ellos se entregaran a Thurloe, y pidió que entonces ellos no podrían producirse, a menos que "pareciera maliciosamente activo, justificando el mismo enviciar nuestro procedimiento". Encontrando su fuerza insuficiente para tomarse a Cartagena, regresó a Jamaica a principios de noviembre para revisar y considerar de algún otro plan, durante el invierno ambas compañías del ejército, litoral y armada, sufrieron muchas enfermedades. En abril, sin embargo, él pudo navegar en otro crucero y haciendo la misma ronda casi exactamente como antes, saqueó y quemó a Riohacha, otra vez ancló en Cartagena durante un día, retornando a Jamaica a finales de mayo. En 1655 ataca a Santa Marta, más tarde, algunas de sus naves, incluso el Torrington no se encontraban en buen estado para permanecer fuera y se enviaron a casa. Goodson iza su bandera en el Marston Moor, en enero siguiente se trasladó al Mathias y navegó hacia Inglaterra dónde arribó con muy mala salud el 18 abril de 1657. Goodson es ascendido a almirante en 1656. Durante el verano de 1657, Goodson comandó un escuadrón en el bajo o fuera de Mardyk y en 1658, fuera de Dunkerque; cooperando con el ejército acosador. En el otoño, era vicealmirante bajo el mando de Sir George Ayscue en el Swiftsure. Intentaron pasar el sonar siendo imposible hacerlo por causa del retraso de la estación y del mal tiempo, él volvió con la flota y Ayscue se quedó en Suecia. En el año siguiente estaba nuevamente activo bajo el mando del General Edward Mountagu [primer Earl of Sandwich], parece haber continuado con Mountagu hasta la restauración de la monarquía. De ese tiempo no se oye hablar de él, aunque tres años después se menciona como sospechoso de ser cómplice de una conspiración para matar al rey en 1662. Murió en Londres en 1688.

Autoridades civiles, militares y eclesiásticas durante del asalto de Goodson
Rey de España Felipe IV
Gobernador (1653-1658): Ramón de Zagarriga (Caballero de la Orden de Calatrava, gobernador y capitán general de Santa Marta)
Alcalde Juan Gutiérrez (Sargento Mayor)
Gobernador y capitán sucesor
General de Santa Marta Marcos del Puerto
(1659-1663) Repelió corsarios holandeses, franceses e ingleses
Chantre Provisor: Antonio de Buitrago
Teniente General: Pedro Martín Hincapié
Obispo (No. 14, 1662) Francisco de la Trinidad y Arrieta
(Orden de los Predicadores)
Batería de San Vicente Un castellano (Sebastián Fernández de Gamboa) y dos artilleros

Santa Marta después de Goodson: punto intermedio de su drama.
Desde la segunda mitad del siglo XVII, comienza el desfile de ingenieros militares y corresponde a uno de ellos siendo gobernador interino, atender el grave problema de la piratería. Este gobernante era Juan Betín, quien toma en cuenta las recomendaciones del capitán Sebastián Fernández de Gamboa y adopta medidas contra la piratería arreglando las viejas fortalezas y construyendo una explanada artillada en la punta final de las Abras de Santa Ana, con el nombre de Nuestra Señora de la Caridad.

Este intento por proteger la ciudad, se constituye en unos de los actos más injustos que registra la historia de Santa Marta. La envidia producto de la incapacidad y del abuso de poder de su sucesor Salvador Barranco, hace llevarlo a la cárcel, acusándolo de no tener autorización de la Corona y de sobre costos en la misma, sin evaluar las ventajas tácticas de la obra. Prontamente la obra defensiva pierde su nombre original, abierto el juicio es nombrada como el fuerte de Betín, quien absuelto y desprestigiado se refugia en Cartagena donde muere años después. El destino quiso retribuirle un homenaje a este hombre y el tiempo se encargó en conservar en la memoria de los samarios el apellido de este ilustre ingeniero militar; hoy, aun el sitio se conoce como Punta de Betín.

Poco fue lo realizado en la ciudad en el último tercio del siglo, insignificantes reparaciones y refuerzos a sus arruinadas fortalezas, rechazando parcialmente a un enemigo que cada vez presionaba más, pero que en ocasiones no se decidía porque el aspecto de la ciudad no les incitaba, la lectura urbana desde mar dentro lo explicaba todo. Aunque hacia 1679, el monarca español Carlos II, atiende sus problemas defensivos, no obstante toco repeler los siguientes ataques o escaramuzas: 1658 Ataque de Edgard Doyley (coronel y gobernador de Jamaica) y Cristóbal Mings; 1670 Vicealmirante Edgard Collier (ingles), por orden de Henry Morgan; 1677 Francisco Coz (frances) y Pedro Duncan (ingles) (obispo Lucas Fernandez de Piedrahita); 1679 Francisco Grammont de la Motte y 1679 Enemigo de las abras de Santa Ana, que no pudieron emular el poder destructivo de W. Goodson.

Al finalizar el siglo XVII, la ciudad poco había progresado urbanamente. No había fomento del comercio porque los navíos procedentes de España pasaban de largo hacia Cartagena; el amarradero de las embarcaciones en la playa del Espino al norte de la bahía, generalmente permanecía sin movimiento. La corrupción, el contrabando y el abuso de los encomenderos a los indígenas, agravaron más su situación, contrastando con las posibilidades de desarrollo agropecuario y de explotación dada la fertilidad de su suelo e igualmente aprovechando el calado natural de su puerto, propicio para fomentar el comercio de frutas; como también para el emplazamiento de un astillero.

La propuesta de refundación de la ciudad de Santa Marta por el capitán de infantería Sebastián Fernández de Gamboa, 1660. Cinco años después del ataque de W. Goodson.
Después de la destrucción de Santa Marta por parte de W. Goodson, el capitán de infantería, Sebastián Fernández de Gamboa, es nombrado castellano de los fuertes San Juan y San Vicente en 1660; quien había sido alguacil ejecutor en Cartagena, elabora un proyecto llamado Memorial sobre la reedificación y fortificación del Puerto y Ciudad de Santa Marta, del Capitán D.n Sebastián Fernández de Gamboa. Entre otros puntos, plantea la reconstrucción y traslado de la ciudad, un nuevo sistema de fortificación abaluartada, construcción de una fortaleza en El Morro (ver plano), construcción de un astillero en Yagua, normalización de medidas y obtención de maderas para la construcción de navíos.

El sistema de fortificación propuesto estaba basado en cinco baluartes en un frente de defensa de aproximadamente 1.300 metros de playa entre la desembocadura del río Manzanares y la Caldera del Puerto hacia el norte. Destaca el foso de los baluartes alimentado con las aguas del Manzanares, propone realizar una "cortadura de mar a mar" para construir el foso con su puente, un revellín en la parte exterior del foso y en su interior le distribuye, los almacenes para pólvora, pertrechos y víveres, aljibe, alojamientos para la guarnición, garitas y la protección de la población en caso de ataque.

Era partidario de edificar en la punta donde finaliza las abras de Santa Ana, una fortificación a manera de reductos con dos baluartes, arrasando con el Veladero. Esta fortaleza impediría la entrada entre El Morro y El Morrito en el sitio donde el ingeniero Juan Betín, construyera tres años después una explanada artillada. El diseño de los baluartes, aunque por fuera de las magnitudes establecidas por los tratados del Arte militar, denota que su autor tenía conocimientos elementales del arte de fortificar. De haberse construida Santa Marta podría tener el perfil castrense de otras ciudades fortificadas del Caribe. En su plan de defensa, hace un detenido análisis de las ventajas del sistema propuesto con respecto a los efectos de las brisas en el enclave, las corrientes marinas y los accidentes geográficos. Como hecho urbano novedoso propone el traslado de la ciudad a la margen derecha del río Manzanares, terrenos que hoy ocupa el barrio Taminaca. Este proyecto fue negado en 1665 de acuerdo a su estudio por parte del Consejo de Indias a petición de la viuda de Felipe IV, la reina Mariana de Austria.

Expresado en una cartografía, la más reveladora de la realidad histórica y urbana de Santa Marta en la segunda mitad del siglo XVII, dibujado sin ninguna técnica cartográfica en el cual acusa el desolador estado de la ciudad después del ataque inglés de William Goodson en 1655, señalando los sitios arrasados de los principales edificios y los principales caminos a Gaira, Taganga y Concha. Indica los accidentes geográficos de Santa Marta de una manera aproximada, aunque el sistema montañoso de la Sierra Nevada de Santa Marta no le presta proporción, ni escala porque no era el objeto de estudio. Los números que aparecen bordeando los cerros, corresponden a la batimetría realizada al interior del puerto señaladas en brazas.

Señala los sitios de la ciudad de la siguiente manera:
A. Entrada de la Marina y Caldera
B. La Boca del Río que está dentro del Puerto
AB. Marina del Puerto
C. Sitio donde sea de formar fortificación en el Morro
D. Sitio donde sea de arrazar y hazer fortificación
E. Voca del Río Gayra
F. Sitio donde era la Yglesia Mayor
G. Donde era Santo Domingo
H. Donde era San Francisco
Y. La Cassa Obispal
L. Foso de los Baluartes
M. Baluartes Planos
N. Sitio donde sea edificar la Ciudad
O. Reducto de San Bizente que demolió el enemigo
P. Reducto de San Juan que demolió el enemigo
Q. La Cassa de los Gobernadores

En el extremo superior derecho del plano aparece el siguiente texto:
"Desde la letra -B- que está en la voca del río hasta la punta de tierra de la entrada de la dársena, a que llaman La Caldera, donde está la letra -A- hay de distancia marina, 4.500 pies, y desde el río hasta el seno de La Caldera, por la parte interior de la marina línea recta 3.700 pies, que se fortifican y cubren con los 5 baluartes planos, como se demuestra, sin dejar marina desocupada".
"La fortificación de la punta del Morro de la vigía se debe formar donde está la letra -C- en el círculo que se demuestra, cosidos ángulos o baluartes en el puesto de la vigía, que es en la eminencia del Cerro. Donde está la letra -D- se debe arrazar como lo demuestra la línea que la corta para formar plano y fortificación con su foso, puente y revellín".
Fundamentalmente considera levantar una línea de fortificación basada en cinco baluartes en un frente de defensa de aproximadamente 1.300 metros de playa entre la desembocadura del río Manzanares y la Caldera del Puerto hacia el norte. Destaca el foso de los baluartes alimentado con las aguas del Manzanares, propone realizar una "cortadura de mar a mar" para construir el foso con su puente, un revellín en la parte exterior del foso y en su interior le distribuye, los almacenes para pólvora, pertrechos y víveres, aljibe, alojamientos para la guarnición, garitas y la protección de la población en caso de ataque. Era partidario de edificar en la punta donde finaliza las Abras de Santa Ana, una fortificación a manera de reductos con dos baluartes, arrasando con el Veladero. Esta fortaleza impediría la entrada entre El Morro y El Morrito en el sitio donde el ingeniero Juan Betín, construyera tres años después una explanada artillada.

Este proyecto fue negado en 1665 de acuerdo a su estudio por parte del Consejo de Indias a petición de la viuda de Felipe IV, la reina Mariana de Austria. El diseño de los baluartes, aunque por fuera de las magnitudes establecidas por los tratados del Arte militar, denota que su autor tenía conocimientos elementales del arte de fortificar. De haberse construida Santa Marta podría tener el perfil castrense de otras ciudades fortificadas del Caribe. En su plan de defensa, hace un detenido análisis de las ventajas del sistema propuesto con respecto a los efectos de las brisas en el enclave, las corrientes marinas y los accidentes geográficos. Como hecho urbano novedoso propone el traslado de la ciudad a la margen derecha del río Manzanares, terrenos que hoy ocupa el barrio Taminaca. Además, aconsejaba custodiar la entrada del río Magdalena para imposibilitar invasiones a ciudades como Cartagena, Tenerife, Mompós y el resto de los territorios del Nuevo Reino de Granada.

La refundación y reconstrucción de Santa Marta a cargo del obispo Francisco de la Trinidad y Arrieta. La configuración urbana del incipiente y actual centro histórico es de esa época. 1662
Luego de los 15 días de horror y saqueo por parte de W. Goodson , no sólo a Santa Marta, sino a los alrededores donde dejaron desolación de casas y haciendas, muchos de los samarios desmoralizados al perderlo todo, prefirieron emigrar y salvar sus vidas ante el posible retorno del enemigo. Es aquí donde sucede la primera emigración en masa que registra la historia de la ciudad, muchas de las importantes familias de esa época se mudaron a Maracaibo, Cartagena, Mompox, Honda, y algunas a la de Tenerife, donde echaron raíces. Los que se quedaron, permanecieron en un estado de pesadumbre, el cual se fue disipando con la terca persistencia de mantener viva una ciudad, que no tenía razón de ser. Los samarios recordaron por muchos años aquellos días de terror en medio de un incierto futuro en una ciudad abandonada a su suerte, que a pesar de las circunstancias se resistía a enfrentar su dura realidad con la misma perseverante idea de subsistir; con Goodson, Santa Marta quedó borrada del mapa. El solo nombre horrorizaba a los vecinos de Santa Marta en el siglo XVIII, porque los dejó pobres para toda su vida.

En ese estado halló a la ciudad el reverendísimo Sr. D. Fr. Francisco de la Trinidad y Arrieta (XIV obispo), religioso de la orden de predicadores, como obispo el día 14 de julio del año de 1662. No obstante, la propuesta de Sebastián Fernández de Gamboa de trasladar la nueva ciudad, que indicaba debería ser reconstruida a la margen derecha del río Manzanares hacia un sitio más alejado del mar, no caló entre las autoridades y el obispo decidió reconstruirla en el mismo sitio.
Ese lugar era el indicado debido a que era la zona menos afectada por las inundaciones del río, que afectaba toda la zona sur y porque el norte era salitroso, un ambiente demasiado dañino para la salud, la sal se podría y emanaba fuertes olores. Como el ave Fénix, Santa Marta se resarcía de sus cenizas, empezando este prelado la reconstrucción de Santa Marta, animando a los pocos habitantes, inicia levantando unas casas en qué vivir; por su puesto encontró la catedral en cenizas; las imágenes las habían llevado a la parroquia del pueblo de Masinga, hasta que se levantó la de San Francisco, donde celebraban los oficios catedrales. La ciudad desde ese entonces, lentamente configuró su actual trazado desde la calle San Francisco que era la más importante hasta la Santo Domingo, éstas eran cruzadas por tres o cuatro callejones.

Cuadro estadístico de los ataques antes de W. Goodson
Durante los 300 años de dominación española, nuestra ciudad tuvo que soportar los más humillantes ataques de los enemigos de la Corona y la presión de la resistencia aborigen. Su desenvolvimiento urbano durante el siglo XVI fue lánguido y agónico. Lo cierto es que Santa Marta nació sin porvenir, su estado de ruina y postración serían sus signos más característicos en sus primeros tres siglos de historia española. A las dificultades propias acaecidas durante su origen, se suman dos factores externos que vienen a completar su oscuro panorama: la resistencia indígena y las incursiones piratéricas. Las cuales incidieron en su lento y problemático crecimiento, determinando en varias ocasiones que la ciudad resurgiera de sus cenizas. Por el naciente, los infatigables indios Bondas la mantenían sitiada con sus repentinas emboscadas, cortando las comunicaciones e impidiendo el abastecimiento de provisiones de las tierras fértiles de los Bondas; por el poniente, el hostigamiento y el arrasamiento en principio por parte de los piratas franceses, abriendo paso, luego a los sanguinarios ingleses.